Descafeinado. Fue la palabra que más se escuchó en la semana previa al clásico mundial entre Barcelona y Real Madrid. Un equipo culé ya campeón recibía a los merengues, con la mente en la final de la Champions. Sin embargo, lejos de no tener sabor, el derbi en Camp Nou fue uno de los más calientes de los últimos años.
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Cosas en juego había. Por el lado de los locales, continuar con su campaña invicta y lograr cerrar un campeonato sin derrotas, algo inédito en España. Los de Zinedine Zidane, en cambio, necesitaban dar un golpe sobre la mesa y llegar con la moral arriba a Kiev.
El duelo estuvo ambientado por la polémica del pasillo. Real Madrid no quiso hacerle homenaje a los vigentes campeones ibéricos, devolviendo gentilezas a los culés que no se lo hicieron a la vuelta del Mundial de Clubes, en diciembre.
En ese clima hostil comenzó el clásico mundial. Barcelona salió con un ímpetu que no se le vio en la Champions. Era la oportunidad de redención. Real Madrid, desbordado, no encontraba su mejor versión en el Camp Nou.
Todo era del Barsa. La pelota, los espacios. Sergi Roberto profundizó por derecha, tiró un centro, Leo Messi hizo la finta y el balón le cayó en el botín a Luis Suárez, quien la mandó al rincón. Ventaja culé con merecimiento.
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Había aroma de goleada en la Ciudad Condal. Real Madrid no reaccionaba, salvo por algún embate solitario de Marcelo o de Karim Benzema. Justamente, el galo fue clave asistiendo a Cristiano Ronaldo, quien como una bestia atropelló y marcó el empate, chocando con Gerard Piqué.
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Igualdad en Cataluña, pero preocupación en todo Madrid. Cristiano Ronaldo se torció el tobillo e incluso hizo el gesto para que lo reemplazaran. Como suele hacer, el portugués se quedó en el campo probando a ver si podía llegar. Resistió 45 minutos y se fue.
Antes de las duchas, todo se volvió caliente. Patada de Gareth Bale a Samuel Umtiti para roja, pero apenas si fue amonestado verbalmente. Messi perdió los cabales y le dio un golpe artero a Sergio Ramos, que el árbitro sancionó con amarilla cuando era roja.
El tercero pagó los platos rotos. Sergi Roberto lanzó un puñetazo contra Marcelo y aunque no lo conectó, sí fue observado por el árbitro que le mostró la cartulina roja. Empate ardiente en Camp Nou y al descanso para refrescarse. Lo necesitaban.
Para el segundo tiempo, Real Madrid tenía el viento a favor. Once contra diez, los merengues solo se lamentaban no tenerlo en cancha a Cristiano, quien se quedó en la banca dándole paso a Marco Asensio. De a poco, el dominio comenzó a ser blanco.
A merced del vigente campeón europeo, Barcelona solo se protegía de los golpes. Con inteligencia esperó sacar una mano al mentón en cuanto pudiera y vaya que la sacó. Contragolpe certero, asistencia de Suárez para Messi y el argentino poco le importó la inferioridad numérica para poner arriba al blaugrana una vez más. Leo vale por dos.
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Desconcertado, Real Madrid intentaba empatar sabiendo que rozaba la vergüenza en Cataluña. De nuevo, Messi tuvo en sus pies la gloria catalana, pero fue Keylor Navas el que esta vez dijo presente y ahogó el 3-1.
En su laberinto, Madrid reaccionó. Asensio se puso la capa de Cristiano y fue determinante. Un pase de aquellos que daba Zidane cuando jugaba, encontró a Bale y la zurda del galés volvió a hacer presente ante una de sus víctimas favoritas. Balón al ángulo y empate a dos.
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El partido culminaba, pero había espacio para más polémicas. Marcelo fue tumbado en el área culé, pero el juez se lavó las manos y dijo “siga, siga”. Penal tan grande como el Camp Nou.
El final del partido fue de ida y vuelta, con dos equipos que no se guardaron nada a pesar de haber poco en juego. Descafeinado, las pelotas. Barcelona y Real Madrid siempre tendrán mucho que ofrecer y esta vez no fue la excepción. Esta vez no hubo ganadores, pero sí orgullosos de ambos lados.