Alejandro Domínguez prometió que bajo su mandato la Conmebol entraría en una nueva era de organización, de transparencia y pulcritud. Entre las reformas que quiere imponer para conseguir lo prometido se encuentra la reforma de los campeonatos, que puso en marcha a partir del 2017.
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Sin vacilar, el mandamás de la Conmebol modificó los torneos oficiales de la Confederación, la Copa Libertadores de América y la Copa Sudamericana. Lo primero fue ampliar los equipos participantes, a 47 equipos en el certamen más importante, y a 54 al campeonato de menor relevancia.
Luego, modificó la duración del campeonato de semestral a anual, y a la vez de forma simultanea. Que los torneos duren todo el año es un punto de inflexión, ya que las últimas ediciones de la Copa Libertadores habían terminado de manera irregular, en agosto. Con este cambio se copió el formato de Champions, que tan bien funciona en Europa.
Además, estimula a que el campeón de Sudamérica llegue al Mundial de Clubes de fin de año con el plantel campeón, y no con una plantilla diferente, como le ocurrió a Atlético Nacional en 2016.
Por otro lado, los equipos que culminen en tercer lugar en la fase de grupos de la Copa Libertadores pasarán a disputar la Copa Sudamericana, tal como sucede en la Champions League y en la Europa League, como es sabido.
Todos estos son los méritos de la propuesta en marcha de Domínguez, pero, ¿cuáles son las incongruencias?
La primera de ella es el reparto de cupos. Sin saber a ciencia cierta y con inconformidad de algunos países, desde Asunción decidieron otorgarle 7 plazas a Brasil para la Copa Libertadores, casi el doble que los demás participantes, que recibieron admisión para cuatro representantes, salvo Argentina que tiene derecho a seis.
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En UEFA, aunque la repartición es asimétrica, se hace por meritocracia basado en un coeficiente de las distintas asociaciones. Dichos países deberán defender su puntuación conforme a la participación de sus equipos representantes, de lo contrario sus cupos se reducirán en el futuro.
En los últimos cinco años, cuatro de los diez campeones continentales son brasileños, si contamos el título de Chapecoense en la Copa Sudamericana 2016. Argentina también acumula cuatro trofeos, dos en cada competencia. Mientras que Colombia se hizo con los otros dos, una Copa Libertadores (Nacional 2016) y una Copa Sudamericana (Santa Fe 2015).
Bajo este parámetro, Brasil y Argentina deberían tener igual número de representantes, mientras que Colombia debería diferenciarse del resto, algo que tampoco ocurre.
Otra de las diferencias es el ranking de Conmebol, que solo sirve para la Copa Libertadores. Mientras la UEFA utiliza su ranking de clubes para los emparejamientos en ambas competencias, en Sudamérica esto no se efectúa, salvo en la Copa Libertadores, que además se sortea de manera integral y no fase por fase, como sucede en Europa.
Este error logístico permite que en la primera fase de la Copa Sudamericana existan cruces como Corinthians vs. Universidad de Chile, dos equipos de fuste, en la misma etapa en la que chocan los inhóspitos Boston River de Uruguay versus Comerciantes Unidos de Perú.
Esta disparidad da pie para hablar de la tercer diferencia: la eliminación prematura del continente, de equipos que hicieron mayor mérito en la campaña anterior. Por ejemplo,
Aunque Rionegro Águilas quedó noveno en la tabla de reclasificación del 2016, permanece en competencia continental, mientras que Millonarios, cuarto en el año calendario colombiano, ya no juega por nada tras su eliminación en fases previas de la Copa Libertadores.
En Europa el sistema es más ecuánime. El equipo más humilde de la nación que fuese tiene derecho a pasar a la segunda competencia, si es eliminado en las fases previas de la Champions. Fue el caso del Santa Coloma de Moldavia, que al perder en la primera etapa de la Copa de Campeones de Europa, bajó automáticamente a la Europa League, a pesar de tratarse de un equipo inferior, lo que significa equidad.
Si de organización se trata, los calendarios semanales siguen desorganizados. Los clubes no juegan en la misma semana y mientras Independiente Medellín, por ejemplo, juega el cuarto partido de su grupo, en la misma semana River Plate disputa apenas el tercero. En la Champions y Europa League, las jornadas van a la par y los horarios son unificados para todos los países.
En Sudamérica es imposible que los horarios sean unificados por las diferencias temporales. Sin embargo, sí podría haber horario prime y horario de antesala, como será la Champions a partir del 2018. La televisión tiene culpa de ello también.
Para colmo, la única ventaja en la que la Libertadores se separaba de la Champions para bien, fue abolida. El ordenamiento para los octavos de final se hacía por el puntaje que sumaran en la fase de grupo, pero luego de que River vs. Boca chocaron en los octavos de final de la Copa 2015, la idea de sortear los emparejamientos germinó y a partir de esta edición se hará realidad.
La prensa europea destacaba el orden de meritocracia de la Copa Libertadores, pero en el afán de copiar las cosas buenas de allá, se eliminaron las correctas de acá. El fútbol sudamericano está muy lejos del de primer mundo, aunque comparten la pasión; por errores como estos, simples y de logística, nos siguen sacando ventaja.