El fútbol colombiano sigue manchándose de sangre. Cada fin de semana, se presentan desmanes en la mayoría de las plazas del país, o en inmediaciones del estadio. En esta ocasión, le tocó el turno a Barrancabermeja, una locación novel en la historia del FPC, pero que se está viendo contaminada de las malas mañas de las ciudades con mayor prestigio.
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Hace apenas 28 días, la barra brava de Alianza Petrolera le hizo una emboscada a la parcialidad de Atlético Nacional, el día que el club verdolaga goleó por 5-1 a los de Barrancabermeja. La situación no pasó a mayores, más allá de insultos y alguna agresión física, pero fue el antecedente más peligroso antes de lo que fue una noche de terror, este domingo 2 de abril.
Los hinchas más característicos del equipo oro y negro emboscaron a los embajadores antes del ingreso al estadio Daniel Villa Zapata de Barrancabermeja, con el afán de robarles una camiseta o un trapo. Sin embargo, los albiazules (sin determinar qué parcialidad bogotana fue la que protagonizó los hechos de violencia) atacaron con cuchillos a los barras locales y ahí encontró la muerte el joven Carlos Viviescas, a quien apuntan como líder de la barra petrolera.
Viviescas, de manera mística, pudo haber anticipado su partida en su Facebook, con un mensaje en el que le decía a un amigo que “en el cielo se iban a encontrar”, en un post hecho el 1 de marzo. El 22 de marzo, el ‘negro’ o el ‘rastri’, como lo llamaban sus amigos, cambió su foto de perfil y puso la leyenda “un loco enamorado de la vida… y amante de la eternidad”. Esta vida se esfumó en una noche.
El llanto desconsolado de una mujer tras la muerte de su ser querido conmovieron al país futbolero. Su desgarrador dolor, amenizado por los cánticos de la barra al fondo, hizo encender la alarma una vez más sobre la violencia del fútbol colombiano.
¿Quién tiene la culpa? Dimayor intenta por todos los medios hacer estadios seguros y los desmanes en los escenarios deportivos se han reducido considerablemente, en relación a los años anteriores. Ahora, las peleas se han mudado a las zonas aledañas.
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Los vecinos del estadio El Campín de Bogotá han declarado su inconformidad con los desmanes que se presentan en su sector, al igual que los del barrio San Fernando de Cali, donde queda el estadio Pascual Guerrero.
Las autoridades de cada ciudad han optado por prohibirle la entrada a los hinchas de otros ciudades, como sucedió este fin de semana en Barrancabermeja. El gobierno municipal le cerró las fronteras a las barras bravas de Millonarios, sin embargo, estos burlaron los controles y llegaron a la ciudad santandereana.
En redes sociales, parcialidades de los ‘Comandos azules’ invitaron a los barras que se desplazaron desde Bogotá, a burlar los peajes y los chequeos previos a la ciudad. Por la presencia de hinchas azules en el estadio, se confirma que las autoridades fueron sobrepasadas y no se pudo evitar la muerte que se dio a eso de las 6:30 de la tarde, una hora antes del inicio del juego.
Los esfuerzos para posicionar al fútbol colombiano son arduos, pero la violencia sigue siendo un problema sin solución. La situación volvió a estado crítico y si autoridades, gobierno y por supuesto, los directivos del fútbol colombiano no se ponen las vidas, el fervor por el balón continuará cobrando muertes. Esta vez le tocó a Carlos.