Pedro Claver Téllez es un veterano de las crónicas sobre bandidos y delincuentes. Esta vez lanza un libro llamado ‘El bandido jubilado’, basado en una historia real. Trata sobre un hombre que decide dejar de robar pero que revela el secreto de todas sus estafas. El famoso cronista habló con PUBLIMETRO sobre su última obra.
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Estábamos haciendo el casting para la película ‘Sumas y restas’. Llegó un hombre en un Toyota. Un personaje rarísimo. No tenía talento para la actuación. Después nos invitó a almorzar y empezó a contarnos detalles de su vida. Él dijo: “Yo fui pirata terrestre, contrabandista, falsificador y estafador”. En alguna ocasión sirvió de mula del narcotráfico. Acababa de salir de la cárcel, donde estuvo tres años, después de 34 años de ser ladrón y estafador. Al final decidió no robarse un peso más, y me pareció una persona muy interesante. Duré seis meses hablando con él. Y de ahí salió el personaje de la novela, pues me describió todas las formas de la estafa. Fue cercano al ‘Gago’ Zapata, que era el jefe de finanzas del Cartel de Medellín. Zapata fue su maestro de estafa. Yo decidí que el tema de los bandoleros rurales ya lo he agotado, pero me fascinan las historias de los personajes urbanos. Quiero cambiar de hábitat.
Descubrí que me muevo en un límite entre la realidad y la ficción. Me apasiona la novela. La realidad es tiránica. Por ejemplo, aproveché una historia de ‘El bandido jubilado’ en la que el protagonista realiza un golpe bancario por encargo del EPL, para contar otra historia y escribir una novela.
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Yo me hice amigo de Víctor Gaviria por mi libro ‘Crónicas de la vida bandolera’, sobre los bandoleros del pasado. Él descubrió que había una relación entre esos bandidos y los de su primera obra: ‘Rodrigo D’. Con la diferencia que unos eran rurales y otros eran urbanos.
El problema fue con el productor. Yo escribí el libro y un guion. Pero hubo malos manejos de dinero por parte del productor.
Cuando trabajaba en la revista Cromos era la dictadura del narcotráfico en todo el país. Me dediqué a escribir sobre Carlos Lehder. En esa época yo trabajaba con el general Rosso José Serrano, siguiéndole la pista a todo el imperio de Lehder. Las crónicas tuvieron mucha acogida y yo cometí la audacia de poner unas fotos del álbum familiar y casi me matan. Lehder ordenó matarme y me salvé de milagro. Estaba esperando un bus y estuve pendiente de un carro que se hizo en la orilla y de la ventana salió una mano armada. Yo di la vuelta. Sonó el disparo y la bala me atravesó el bolsillo, la billetera y el pasaporte. Caí al piso y huí. Después, cuando llegué a la revista, tomamos la decisión de que debía exiliarme. Me fui a México.
Fui a un foro en Santander. Allí la conocí, pero no sabía que era guerrillera. Me enteré porque encontramos el cuerpo de ella entre las víctimas de la toma del Palacio de Justicia.
No hay formas. Lo esencial es ganarse la confianza y el afecto de la gente. Por ejemplo, yo pude tener confianza con gente que era muy peligrosa en la zona esmeraldera. Me sentaba a beber con ellos y a aceptarles las groserías.
Escribir el libro. Son muy tentadoras las dos cosas. Pero es más difícil escribir un libro que conquistar una mujer.
Los invitaré a leerme si hay otra oportunidad.
Por fin entrevistan a la sargento Matacho (una mujer delincuente que tenía muchos amantes y de quien busco información como si fuera una amante perdida).