El otro día me querían echar del edificio porque salí a recorrer los pasillos cantando “Viva el paro nacional, a parar para avanzar”. Tras enfrentarme a algunos vecinos que me reclamaron, volví a mi apartamento a pensar por qué había hecho tal cosa, a ver si entendía algo. Concluí que todo lo que ha ocurrido durante este mes de protestas ha sido tan pesado, tan denso, tan doloroso, que la melodía, además de pegajosa, le quitaba drama a la situación. Y no es que quiera banalizar las marchas, es que mi cabeza necesita una tregua y cantar es hasta ahora lo que mejor me ha funcionado.
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No hay manera de coger este paro, yo cada vez lo entiendo menos y me genera más conflictos. O sea, este es un país injusto, pobre y desigual en el que la gente necesita un cambio porque está desesperada, de ahí que entienda las protestas; pero es que en las marchas ha habido de todo. Y así como desde el gobierno han querido homogeneizar a todos los que protestan y calificarlos de vándalos y violentos, desde el otro lado han rociado también con un barniz de igualdad a los que participan en el paro.
Es decir, no solo hay gente cansada de vivir mal y que está ilusionada con un país mejor; hay de todo: oportunistas, desocupados, inconformes, indecisos, infiltrados, despistados que pasaban por ahí; en suma, una maraña de seres diferentes movidos por mil razones distintas. Todos, eso sí, fiel reflejo de años de malos manejos y desidia. Y así como hemos visto marchantes pacíficos y protestas violentas, también hay gente que coge el paro de parche, algo que ya habíamos visto en los episodios de finales de 2019 y comienzos de 2020, antes de que el coronavirus paralizara el país.
Hay puntos de encuentro en diferentes ciudades donde la gente se reúne y lo que termina organizando es algo que se parece más a una verbena que a un paro. Y no hay nada de malo en ello, que lo que la gente quiere es vivir bien, irse de paseo y hacer fiesta, pero no sé, me parece que usar la situación como excusa para socializar como si se estuviera en el bazar del colegio no aguanta ahora mismo. El otro día vi que organizaron un concierto dizque para celebrar el mes de paro, y viendo todo lo que ha ocurrido, los enfrentamientos, los desaparecidos, los muertos y los destrozos, se me antojó inoportuno y fuera de lugar, por decirlo suave.
Y es lógico que busquemos que el gobierno brinde las herramientas suficientes para mejorar la calidad de vida, pero por otro lado nosotros tenemos que poner de nuestra parte, dejar de recochar, de huevonear y de hacer esfuerzos a medias, y creo que ahí muchos fallamos como ciudadanos. Más allá de la represión estatal, de los abusos y de la corrupción que nos tiene en la miseria, muchas veces como personas somos vagos e irresponsables, y eso resta en vez de sumar. O simplemente es que no se nos ocurre la forma de progresar porque además de carecer de recursos carecemos de talento, de ahí que cada una de las miles de personas que protestan lleve a la calle su propia frustración, convirtiendo así la situación en una manifestación pública y colectiva en la que se busca que el Estado nos provea de algo que es imposible dar: visión e iniciativa individual.
Somos flojos y poco rigurosos, está en nuestra forma de vida, y detrás de muchos que marchan con las mejores intenciones hay fuerzas que nos manejan y que no alcanzamos a percibir. Somos fácilmente manipulables, creemos actuar con libre albedrío cuando en realidad suele haber alguien a la sombra que nos induce a pensar y hacer las cosas de; desde el celular que usamos hasta las ideas políticas que tenemos.
O más bien no me hagan caso, que yo ya no entiendo nada, solo estoy desvariando. Piensen lo que se les dé la gana y dejen de creerle a alguien que sale con una cacerola a armar escándalo en el edificio en el que vive solo porque está desesperado.