Columnas

Protesta, pueblo y plomo

Cumplimos una semana viendo en las calles un pueblo que resiste ante las medidas impopulares de un gobierno desconectado de la realidad del país, y una ciudadanía que clama por unas reformas estructurales en las que pueda sentirse aliviada.

Padecemos un mandatario que, durante el estado de emergencia sanitaria, dedicó la mayor parte de su tiempo a presentar un programa de televisión. Una mezcla extraña entre Luis Carlos Vélez y un animador de fiesta de quince años, seguramente con la esperanza de que, terminado su mandato, le den la dirección de algún noticiero matutino, como ya pasó con Pachito Santos, que lo único bueno que dejó en RCN Radio fue la consola de Wii, la mesa de billar y el juego de ping pong.

Mientras que Duque se divierte entre cámaras y consultando a Hassan (pitonisa) Nassar para saber el ganador de la Copa América, el país se debate entre marchas, ríos de gente levantando su voz, gritos de protesta pacifica, cantos, carnavales de colores, que rápidamente son irrumpidos por la violencia de grupos infiltrados que justifican las consiguientes temibles intervenciones del Esmad.

Protesta, Pueblo y Plomo, así titulé esta columna de opinión, que más que una columna es una forma de expresar mi malestar y, al mismo tiempo, mi apoyo indudable al paro nacional.

Protesta, que es un derecho suyo y mío, protesta que busca los cambios sociales y el rechazo ante las acciones y decisiones que toma el gobierno afectándonos a todos, protesta como la que hacemos cada vez que vemos que a nuestros líderes los siguen asesinando, cuando vemos como mueren a diario niños por desnutrición, al tiempo que miles de hogares en medio de la pandemia deben sacar sus trapos rojos para levantar su voz.

Pueblo que resiste a la lluvia, el sol y las noches de zozobra, al tiempo que es atacado y perseguido por un expresidente/expresidiario, asesorado por un Nazi radical que considera a Augusto Pinochet como el salvador de Chile.

Plomo de la policía, que ha quitado la vida a más de treinta personas que se han atrevido a levantar su voz, con una bala ha arrebatado la vida a quienes han tenido la valentía de gritarle al mundo ¡NOS ESTÁN MATANDO!

Aunque me parte el alma saber que el pueblo sufre y ver las imágenes de las madres llorando a sus hijos asesinados por el estado, me llena de esperanza ver cómo el pueblo ha despertado y cómo nos hemos unido para buscar cambios. Colombia no es la misma de hace unos años y eso es lo que deben entender esos políticos que viven pregonando el trillado discurso del castrochavismo.

El Uribismo que disfraza la calumnia con “Lo envía la comunidad» o «la comunidad informa” salen en medios internacionales diciendo que aquí todo es felicidad que los que protestan “son vándalos que deben ser reprimidos por la fuerza pública y de paso que les caiga todo el peso de la ley”.

La credibilidad del Gobierno queda seriamente dañada (o bueno, si es que alguna vez la ha tenido) con este tipo de iniciativas como la reforma tributaria y al sistema de salud. Los alineamientos son inquebrantables y es por eso por lo que la teatralización y la gesticulación acompañan siempre las flojas declaraciones del presidente.

Pero lo más grave de todo, es que ahora veremos en las calles policías vestidos de civiles y ¿con salvoconducto para matar?

Lo que hace el gobierno agrediendo al pueblo, me deja una conclusión que escuché hace algunos días en la radio: “Nos hemos olvidado (y más, el propio presidente) de escuchar al que piensa diferente”

@AndresCamiloHR

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