Dolió cuando la violencia de Pablo Escobar sacudió la ciudad y dejó una estela que aún tiene repercusiones. Dolió cuando ocurrieron tragedias como la de Villatina. Duele cuando se ve la pobreza, la inseguridad, y duele ahora, en estos momentos aciagos en los que el virus tiene azotado al departamento de Antioquia y, especialmente, a Medellín.
La región antioqueña lleva varios días liderando la tabla nacional de contagios y batió su propio récord de muertes en un día. Las clínicas y hospitales más grandes e importantes de la ciudad se han declarado en emergencia hospitalaria, están al tope de su capacidad de atención y les piden a los ciudadanos no ir, ya que no hay cómo atenderlos.
El covid-19, en el tercer pico de su actuación, se ensañó con los antioqueños. Medellín vive momentos muy difíciles si a lo anterior le sumamos los embates del invierno. Las imágenes del río Medellín desbordado en varias zonas de la ciudad, con olas, ¡sí, olas altas y turbulencia en sus aguas!, algo que, por lo menos yo, nunca había visto, generaron zozobra.
Y no es percepción, son realidades. La indisciplina social de los ciudadanos, la falta de juicio a la hora de tomar medidas y conciencia para protegernos de este virus infame, las aglomeraciones, la farra, los paseos, el: me sabe a mierda todo; sumado a la falta de campañas, de medidas a tiempo y acertadas, la falta de gestión con el metro, son la laxitud de un flan social que estalló en la cara, que genera muertos y tiene a Medellín sumida en el desasosiego. Hoy todos nos estamos agarrando de algún salvavidas lanzado en medio de la desesperación para tratar de sobrellevar esta ola de contagios que suma muertos.
En cuanto a nuestros mandatarios, la cosa tiene sus matices. Aníbal Gaviria, elegido como gobernador de Antioquia, casi no ha podido ejercer su cargo. Ha estado preso y capoteando su situación jurídica. Afortunadamente para esta región, quien lo ha reemplazado como gobernador encargado ha sido un acierto y ejemplo de eficiencia. Es Luis Fernando Suárez (no el exjugador de Nacional y entrenador del Bucaramanga), un hombre de bajo perfil, sin egos, que ha ejercido un liderazgo efectivo en el que se denota la razón de ser de un gobernante: trabajar por el bien de su comunidad.
La otra orilla, la de Medellín, esa sí está muy enlodada. Daniel Quintero sigue dando tumbos y tumbos. Gobierna, si así se puede definir, desde su ego, desde sus peleas, desde sus dudas, desde la fanfarronería, desde la improvisación, todo lo anterior sostenido en las mañas y alianzas politiqueras más oscuras de la ciudad.
Y escribo esto y de inmediato me acusarán de ser uribista, de estar en la nómina del GEA o de quién sabe qué más. Me importa un rábano, soy un ciudadano que ve que cada acción de este alcalde y cada trino es un tiro al aire, un riesgo.
Nada más ver lo que pasó en los últimos días: nombró un nuevo gerente de EPM (el tercero de su administración y en Ruta N también van tres…) con muchas dudas sobre su proceso de selección, sus estudios, su conocimiento de ciudad y sus capacidades.
Luego tira otro “timonazo” y trina que los mayores de 70 años pueden ir a vacunarse en diferentes entidades de salud de la ciudad. Las filas y aglomeraciones de ancianos y acompañantes no se hicieron esperar, como tampoco los comunicados oficiales de varias de esas entidades en los que afirmaban no tener vacunas y le pedían a la gente no ir.
Sí, había vacunas en unos sitios, en otros no, pero el mensaje fue general y no quiero esperar el dato de cuánta gente arriesgó su salud en aras de la esperanza de una vacuna, sin tener el operativo logístico adecuado en medio de los peores días de contagio en esta ciudad; 24 horas después, el alcalde ofreció una tenue disculpa, mas no sus secretarios que, al son de las redes, incentivaron más esta penosa situación.
Intelectuales, concejales jóvenes, honestos y brillantes como Daniel Duque y Daniel Carvalho, empresarios, periodistas, la mayoría de gente con la que uno habla, líderes de opinión, todos ven la debacle con la que se gobierna en Medellín. Los pocos que defienden al alcalde trabajan para él o tienen algún vínculo con la administración. Todos vemos que la cosa va cada vez peor, a todos nos duele esta Medellín.