Opinión

El embajador de la ONU

(Por Andrés Ospina)

Lo vimos en noticias. Un mozalbete flacucho y encorbatado, con maneras de rezandero, al parecer llamado Andrés Steven Gutiérrez Serna y egresado de la Universidad del Rosario, simulaba ser “agregado para América Latina y el Caribe del grupo principal de niñez y juventudes de la ONU”. El muchachón, además, suplantaba al abogado Julio José Orozco, a quien decía tener por apoderado. Con estilo similar al de Shri Lacshama Dharhamhhaj, el embajador de la India, y al de Iván Alexandrovich Jlestakov, el inspector de Nikolai Gogol, Gutiérrez Serna rondó organismos del orden estatal pregonando mentiras. Y lo peor —o mejor y más divertido— departió en eventos oficiales con el mismísimo Presidente dentro de la Casa de Nariño.

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Durante su periplo de mitomanías, Gutiérrez presentó credenciales hechizas a gobernantes y se fotografió —entre otros faros ideológicos— con personalidades como Andrés Pastrana y Marta Lucía Ramírez, dos de los cerebros más representativos de esta Polombia presente. Incluso, según se deduce por una ‘videoevidencia’, tuvo encuentros con el Procurador General.

Pero Gutiérrez Serna no sólo se ensañó contra la candidez de sus compatriotas, quienes pese a darnos ínfulas de avispas sucumbimos sin asomo de dignidad ante el primer embaucador con fisonomía de seminarista que se nos cruce. O si no miren ustedes al ‘Inefable’. Ahora, de vuelta al tema, como muchos de los de su estirpe, el bribón hizo patria: fue galardonado con el premio ‘liderazgo joven’ por la Academia de Artes y Ciencias Políticas de Washington, institución con nombre de paradoja, pues hoy suena más a hall de la fama encargado de otorgar el Grammy al impostor del año.

El tocayo cargaba su arsenal de papelería membreteada con el emblema de United Nations. Incluso confirió títulos a diversos funcionarios cuya mueca de vergüenza al saberse ridiculizados —por qué negarlo— disfruto de imaginarme. “Todos los nombramientos honoríficos con cargos de embajadores u otros que generó este joven no tienen ningún tipo de validez”, declaró Rosario Garavito, ella sí coordinadora regional para América Latina y el Caribe de niñez y juventud de Naciones Unidas.

Ya el jurista Orozco se ocupó de realizar las denuncias de rigor, la tal Academia le arrebató —igual que a los Milli Vanilli— el trofeo a Gutiérrez y el asunto ha llegado a manos de nuestra eficiente Fiscalía, que de seguro dará curso al tema veloz e imparcialmente, como acostumbra hacerlo. Ante lo ‘arriba referenciado’ adelanté un sondeo. Encontré desde reacciones furibundas hasta aterradas, sin olvidar aquellas de “preocupación por nuestra juventud”. La del que ahora escribe, lo admito: estallar en risas. Muchos conocidos de Gutiérrez dan fe de sus dones de falsificador. Por si lo dudábamos, pues, esa estirpe de avivatos hechos en casa tipo Roberto Soto Prieto, Juan Carlos Guzmán Betancur, Anthony Gignac o Diego Fernando Serna Alzate tiene recambio generacional. Para los que no sepan a quiénes nos referimos: Google. Y hablando de eso: inaudito que en un mundo con recursos como el omnisapiente motor de búsqueda, sigan ocurriendo tamaños exabruptos.

Terminemos con reflexión: ¿qué esperar de un pueblo que ha exaltado el “papaya ‘ponida’, papaya partida”, con error en la conjugación y todo, al rango de mantra nacional? ¿Qué más pedirle a la tierra de “el vivo vive del bobo”, de los títulos de cartón y de los peñalosas? Quizá, de hecho, los bobos seamos más. Hasta el otro martes.

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