Opinión

Fea: la cédula

@elGrafomano

Lo digo y lo repito con dolor: Colombia es un pueblo estéticamente despreocupado y, más desconsolador aún, resignado ante dicha condición. De ello dan fe los muchísimos avisos en tipografía Comic Sans empleados en consultorios, oficinas y algunos otros entornos privados y públicos. También el sinnúmero de aberraciones gráficas fomentadas por refrescos, cervezas y distintos patrocinadores y erigidas como estandartes en cigarrerías, estanquillos, tiendas, avenidas, centros de reparación de computadores y demás.

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A quienes sean de un parecer diferente les propongo un recorrido libre de prejuicios por la Avenida Caracas de Bogotá, por la carrera Décima o por la vasta mayoría de restaurantes populares del país, cuyas fachadas ostentan menús escritos con marcador Pelikan borrable y en lo posible azul, caligrafía “de mal ver” y escritura errónea. Su aspecto mantecoso y desprolijo hace perfecto maridaje, eso sí, con los platillos allí ofrecidos.

Existen diversas hipótesis tendientes a explicar el fenómeno. Algunas apuntan a que al ser la nuestra una tierra donde la pobreza impera, poco o ningún tiempo nos queda para ocuparnos de algo diferente a la supervivencia misma. Dicho de otra forma: “la belleza es suntuaria y el hambre apremia en demasía como para fijarnos en esos embelecos”. Imperdonable ligereza: subjetividades aparte, un mundo feo agrede a quienes lo habitan, abarata y torna desapacibles los espacios, desalienta el turismo y hace menos llevadero nuestro ya difícil tránsito por este planeta. Por demás, muchas ‘fealdades’ de manufactura local no han germinado debido a la ausencia de recursos sino a partir de presupuestos mayúsculos. Un buen ejemplo era la fachada original, hoy por fortuna ‘deconstruida’, del centro comercial Atlantis Plaza, “un pedacito de Miami” en la calle 80.

El país en pleno, entre estoico y conformista, no se cansa de resistir ni de replicarse en el error. Más bien, parecería mantenerse refractario y acaso inmune ante esta manifestación de violencia pasiva representada en el desinterés estético instalado como deporte nacional. Lo anterior nos conduce a la más reciente calamidad visual. Hablo del prototipo, porque eso ha dicho la Registraduría Nacional que es, de la tal ‘cédula digital’ de ciudadanía, un verdadero tributo a la improvisación, al descuido, a la carencia de rigor y a la horripilancia en todos sus órdenes. ¿Ya la vieron? Una bandera patria con forma de cintilla ondeante o pabellón talla S recorre el área superior del documento en sentido horizontal de extremo a extremo hasta terminar coronada por el nombre de nuestro país expuesto en una tipografía que más parecería un guiño nostálgico a los long plays de Claudia de Colombia en años de gloria.

Así, agobiados de antemano por flagelos como la discriminación, el prejuicio, el ostracismo internacional, al actual uniforme del seleccionado de fútbol, digno de cuaderno ferrocarril, y al estatus de parias a las que solemos terminar reducidos por causa de visas negadas y de tantas humillaciones migratorias, terminaremos, quizá, identificados por un documento que más parece carné de viajero frecuente de alguna empresa de flotas intermunicipales a lo ‘Expreso Vomitariano’. Con éste, bien podríamos acumular kilómetros y recibir descuentos y beneficios en bolsas para mareo y paradores de carretera. Quiera el destino que por una vez la entidad en cuestión se permita recapacitar sobre el inmenso mal que habrá de ocasionarnos en caso de imponernos tan cruel desaguisado. Hasta el otro martes.

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