Opinión

Recuerdos de mi primera Copa América (parte 2)

En la Copa América de 1975 Colombia clasificó a la fase semifinal, en la que debía enfrentar a Uruguay, que llegó a esa instancia por haber sido el campeón en 1967. El partido de ida en El Campín fue un lapidario 3 a 0 a favor de Colombia. En Montevideo, con la complicidad del árbitro chileno Rafael Hormazábal, Uruguay sacó a relucir todas sus artimañas para moler a patadas a los jugadores de Colombia. Fue un partido heroico. A pesar de jugarse en semejante infierno, Colombia supo asimilar un gol de Morena en el minuto 17 del primer tiempo. Fernando Morena, el delantero uruguayo emblemático de aquellos tiempos, erró un penal. Luego Zape le tapó otro y, en su ira e impotencia, le dislocó el hombro a Zape que ya tenía el balón en sus manos. A pesar de la derrota, Colombia clasificó a la final por haber marcado más goles en la serie.

Llegó la final ante Perú, que había clasificado por sorteo tras haber derrotado 3 a 1 a Brasil de visitante y perdido 2 a 0 en Lima. De nuevo, partidos de ida y vuelta. En Bogotá Colombia ganó 1 a 0, un resultado que no garantizaba nada porque Perú era un equipazo. Y, en efecto, el partido de vuelta lo ganaron los peruanos 2 a 0 de manera inobjetable. El reglamento de aquel torneo no se tenía en cuenta el gol diferencia en la final y se programó un partido definitivo en Caracas. Debía jugarse dos días después (“en el término de la distancia”, como decían las abuelas en aquel entonces) pero los dirigentes peruanos, que querían contar con Hugo Sotil, jugador del Barcelona, propusieron aplazar unos diítas el juego definitivo. Los dirigentes colombianos, más amigos del whisky y de las relaciones públicas que de los intereses de nuestro fútbol, accedieron gustosos a que el partido se jugara seis días después. Así, el 28 de octubre, en Caracas, Colombia cayó 1 a 0 con gol (claro, lo adivinaron) de Hugo Sotil.

Yo era muy cándido en aquel entonces y pensé que ese subtítulo significaba que clasificaríamos sin problema al Mundial de Argentina.

Con semejante equipazo, con semejante técnico… Pero no fue así. Los dirigentes, en su infinita sabiduría, desmantelaron ese proyecto. En las eliminatorias al Mundial de Argentina que se jugaron en 1977, Colombia participó con equipo plagado de jugadores nacionalizados y Brasil y Paraguay nos borraron de nuevo del mapa del fútbol de Suramérica.

Los colombianos tuvimos que soportar las mediocres actuaciones en las Copas América de 1979 y 1983 para que en 1987 volviéramos a gozar de una alegría semejante en la Copa América. Pero yo ya no era un adolescente, así que esa alegría fue diferente. Más racional, digamos Y, además, fue una alegría a todo color.

Eduardo Arias / @ariasvilla

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