Opinión

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Nicolás Samper escribe esta semana sobre el “fracaso hermoso” del Liverpool en la Premier League

Mané le vio las fauces a Rui Patricio, que se jugó hacia su mano derecha. El senegalés punteó el balón y venció la portería de Wolverhampton Wanderers al minuto 17 del primer tiempo del último encuentro del Liverpool en la campaña por la Premier League. Y más allá de lo que ocurriera en el American Express Stadium durante el duelo Brighton-City, Liverpool entendía que el trabajo estaba hecho, pero que a pesar de semejante torneo que hizo, no iba a depender exclusivamente de su propio esfuerzo para ser campeón.

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Suena increíble pensar en que esta campaña del Liverpool le hubiera dado un campeonato fijo en cualquier otra temporada, salvo la anterior, en la que el Manchester City marcó un récord de puntos: 100. Pero desde que se instauró la Premier, no hubo un equipo que diera una vuelta olímpica con los puntos que hoy le dan a los de Jurgen Klopp un agridulce subcampeonato. Revisemos desde 1993: Manchester United (84), Manchester United (92), Blackburn Rovers (89), Manchester United (82), Manchester United (75), Arsenal (78) Manchester United (79), Manchester United (91), Manchester United (80), Arsenal (87), Manchester United (83), Arsenal (90, ¡Y terminó invicto ese campeonato 2003/2004!) Chelsea (95 y el que estuvo más cerca del famoso 97 de Liverpool), Chelsea (91), Manchester United (89), Manchester United (87), Manchester United (90), Chelsea (86), Manchester United (80), Manchester City (89), Manchester United (89), Manchester City (86), Chelsea (87), Leicester (81), Chelsea (93). Liverpool puso en su tabla propia 97, pero terminó siendo poco.

Y lo peor es que más allá de las voladas de Alisson, de haber convertido en flecos al Barcelona, de simplemente haber caído en un solo encuentro de Premier League, de haber recuperado a Salah –después de perderlo en la final de Champions pasada– de haberlo vuelto a perder temporalmente -con el golpe involuntario de Dúbravka contra Newcastle–, todavía se puede quedar sin nada porque ya el City con su riqueza extrema se llevó otra Premier más y les arrebató un campeonato que a los ciudadanos les parece común.

Si perdiera frente al Tottenham la final de la Champions seguramente aquellos insoportables de siempre van a decir que no sirve de nada lo hecho por Liverpool, que Klopp básicamente es un idiota y un vendehumo y que debería largarse ya por perdedor y fracasado. Pasa siempre que alguien no levanta una copa. Le pasó a Bobby Robson con semejante equipazo que hizo en el Barcelona 96/97, que marcó 102 goles y que no logró ganar el título por cuenta de un Real Madrid envuelto en pragmatismo. Le pasó a Telê Santana con aquel maravilloso cuadrado mágico y con ese Mundial de 1982 que terminó siendo despojo por cuenta del riesgo que tomaba siempre para jugar hacia delante. Le pasó a Holanda en dos mundiales, sin importar que años después esa escuela futbolística de los naranjas se replique en clubes como el Manchester City que ganó el campeonato inglés.

Ya Klopp dejó claro cómo es su pensamiento frente al triunfo o a la imposibilidad de obtenerlo cuando le tiraban palazos de todas partes por perder 3-0 en el Camp Nou: “Tenemos que marcar cuatro goles. Eso no hace la vida más fácil, pero lo intentaremos. Si no podemos hacerlo, fracasemos de la manera más hermosa”.

Y fue un fracaso hermoso, con 97 puntos encima.

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