Opinión

Campamento Rappi

“Responsabilidad social es lo que se le pide a Rappi. Muy bien que hagan dinero por medio de una idea novedosa, pero que le bajen al capitalismo salvaje”: Adolfo Zableh Durán

Rappi es una muy buena idea, el asunto es que sobre el papel todo funciona. En teoría, el capitalismo y el comunismo son excelentes sistemas, pero va a ver uno cómo está el mundo y empieza a dudar. En teoría, el que va a cobrar un penalti pretende clavar el balón en un ángulo, ojalá en la red lateral, donde es inalcanzable para el arquero. Luego ocurre que la manda a la fila 27 y su equipo pierde una copa.

En teoría, si usted necesita algo, puede pedírselo a gente profesional que está dispuesto a hacerlo por usted a cambio de un costo bajo. Eso es Rappi. En la teoría, la solución a varios problemas, en la práctica, la creación de nuevos problemas. Y eso se debe a que está operado por humanos, y por mucho que nos las demos de evolucionados, somos una especie en pañales con mucho que aprender.  El problema de Rappi no es que cometa errores, sino que pareciera que no sabe aun cómo solucionarlos. Por nombrar par pendejadas, ofrecen rappicréditos que después no se pueden hacer efectivos, y cobran domicilios que nunca llegan. Luego, comunicarse con atención al cliente para que solucionen es imposible.

Sin embargo, algo tienen que estar haciendo bien porque la empresa está creciendo y esta semana se hizo público que una empresa extranjera va a invertir en ella mil millones de dólares. Y es raro que haya tanto dinero de por medio mientras que a los rappitenderos les va cada vez peor. Los contratan en condiciones precarias y les pagan miserias por cada entrega que hacen. Hace poco Rappi fue noticia en Argentina porque uno de sus domiciliarios fue atropellado por un camión y se supo que la empresa no tiene a sus repartidores registrados como trabajadores, así que a la víctima, que al final falleció, no la cubrieron los seguros a los que tiene derecho cualquier empleado.

Y es un dilema, porque mientras por un lado Rappi brinda oportunidades de trabajo, lo hace bajo sus propios términos, los cuales terminan siendo en ocasiones denigrantes para los que prestan el servicio de domicilios. Entonces qué se hace, ¿morir de hambre o aceptar trabajar por poco y en circunstancias adversas?

Responsabilidad social es lo que se le pide a Rappi. Muy bien que hagan dinero por medio de una idea novedosa, pero que le bajen al capitalismo salvaje. Podrían empezar por responderles mejor a los clientes, tratar mejor a los repartidores y hacer algo con el desorden que están creando en las ciudades, que postales como la que acompaña esta columna son cada vez más frecuentes: rappitenderos amontonados, acampando y creando caos, bloqueando vías y obstaculizando el flujo de carros y personas. Ya parecen taxistas, o a lo sumo, barrasbravas de Holanda. Y hablando de taxis, a la fecha casi todo el mundo tiene una mala experiencia con Rappi así como tiene una con un taxista.

Quizá el servicio que presta Rappi no sería tan exitoso en países desarrollados, pero es perfecto para países como Colombia, México o Argentina, lugares donde ya funciona. No solo porque hay mucha gente sin tiempo que tiene que trabajar doce horas para poder mantenerse, además de pasarse horas en un trancón, sino porque también hay mucho consentido, personas criadas como príncipes en estas monarquías de repúblicas bananeras que no están dispuestas a mover un dedo.

Cada vez que se me pasa Rappi por la cabeza, me acuerdo de un amigo que, en tiempos previos a la existencia de la aplicación, llamaba a la panadería que tenía al frente de la casa, apenas cruzando la calle, para que le subieran a su apartamento pandebonos recién horneados. El personaje era incapaz de caminar 50 metros y por esa razón, y otras, ya no lo trato.

Como dijo alguien de manera más precisa y elocuente, Rappi existe porque no somos capaces de ir por una hijueputa hamburguesa.

Adolfo Zableh Durán

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