Opinión

De Gea y el pique al suelo

West Ham estaba apretando para conseguir el triunfo en Old Trafford ante Manchester. Antonio vio cómo un zurdazo tremendo se desperdició al reventar el horizontal. Y de nuevo Antonio, con el partido 1-1, tuvo el triunfo en su cabeza. No se puso a inventar ni mucho menos: realizó la acción que cualquier atacante hace para que el gol sea una verdad. Al recibir un centro desde la derecha convirtió su cabeza en un martillo e impactó el balón haciéndolo picar en el suelo para que el rebote en el piso terminara dejando al portero desairado y vencido.

Y uno repasa la jugada y no deja de sorprender la acción de De Gea, porque el arquero español, el mismo al que le costó en un principio adaptarse a Manchester por cuenta de algún gol tonto o alguna inesperada goleada en contra en un equipo que tiene como costumbre golear y que hasta debió ponerse colorado cuando el diario The Sun publicó su pilatuna juvenil de robarse una donut de una tienda –con el agravante de que en ese tiempo se ganaba 80.000 libras esterlinas a la semana– en 2011, debió hacer el mejor homenaje a su puesto, tan vituperado y tan desgraciado, con la mejor volada del fútbol europeo este fin de semana y que ya tendrá que incluirse entre las grandes maniobras de los porteros en este año.

La pelota, dirigida con la cabeza por Antonio, picó y se iba a meter al ángulo. E insisto en lo del pique al suelo. Eso implica dificultad para el que está ahí parado bajo los tres palos esperando un ajusticiamiento. Gritar gol para Antonio después de su frentazo hubiera sido un mandamiento con cualquier arquero. Todavía cuesta entender cómo De Gea abrió bien los ojos y se lanzó abriendo los dedos despejando el balón al córner.

De hecho, eso del cabezazo rebotando en el césped generó la que ya todos conocemos como la atajada del siglo, aquel penal disparado con la frente de Pelé que Gordon Banks acertó enviar por encima de la portería. Y de ahí que uno encuentre tanto valor en esa clase de jugadas, donde el arquero pareciera estar resignado únicamente a observar que la red se infla y a su papel de estar en el segundo plano de la fotografía en la que el rival celebra a su costa.

Pensé en esos tipos que, como De Gea, te dejan con el gol servido: recordé en esa noche de Viña del Mar –aciaga para una selección Colombia que debió perder por goleada– cómo David Ospina, caído en el suelo luego de detener un primer remate a quemarropa, le sacó un frentazo a boca de jarro a Lionel Messi. Y en esa misma Copa América, a Neymar tomándose con las dos manos su extraño penacho en el momento que, con otro testarazo –que tuvo pique al suelo– Ospina arañó el balón y le mató el efecto con las dos manos. Recordé, mucho más atrás en el tiempo, la jornada nocturna de Fabián Cancelarich ante Alianza Lima en la Libertadores del 95. Un potente remate de cabeza del brasileño Gerson Lente –obvio, con pique al suelo– era gol y el argentino, ex-Ferro, dejó frío al estadio al volar y agarrarla con las dos manos sin dar rebote. De las mejores tapadas que vi en mi vida.

Otros columnistas de Publimetro aquí

También le puede interesar

Tags

Lo Último


Te recomendamos