Opinión

No más pasión

Todos sentimos vergüenza ajena cuando vimos a unos hinchas de Millonarios insultar a otras de Santa Fe la semana pasada después del clásico bogotano. Sin embargo, debimos sentir fue pena propia más bien, porque entre todos hemos hecho del fútbol un ejercicio semanal de intolerancia. Esto no se trata de “unos cuantos desadaptados”, como suelen vendernos los medios cuando ocurre un incidente de ese tipo. Hay que parar las mentiras, mirarnos al espejo y reconocer que acá la culpa es de todos.

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La corrupción institucional, la pobreza, la desigualdad y la falta de educación, todo juega en esa olla a presión. Y entran también los medios y la publicidad, que nos han vendido como pasión algo que más bien es un reflejo de las carencias de la gente. Porque eso es lo que pasa: en cada partido vemos en las tribunas personas vacías que no son hinchas de fútbol, sino que más bien usan los colores de un equipo como excusa para compensar sus carencias y desahogar sus frustraciones. Lo malo del mundo y la desesperación de la gente se pueden ver en cosas como la guerra y los crímenes, pero también en los fanáticos religiosos, políticos y deportivos.

Entre usted más se entregue con furia a algo, más asuntos tendrá que revisar en su interior. No se trata de que sea un autómata y que vea un partido con el sosiego de quien admira un cuadro en un museo, pero si usted es de los que insulta y se pelea con alguien por el simple hecho de ser de otro equipo, hay que revisarse. Porque mientras usted se mata y pierde la dignidad por un escudo, abajo los jugadores son amigos, se dan la mano y se ríen. Y tiene sentido que se traten con amabilidad; no solo son colegas, sino que la vida los trata bien: son jóvenes, exitosos y millonarios.

Y no se trata tampoco de dárselas de sicólogo ni de satanizar el fútbol, que es una cosa bella que nos da alegrías todos los días. Pero lo cierto es que escenas como las del Millonarios-Santa Fe, y mucho peores, se ven en todos los estadios del mundo por parte de todas las hinchadas, solo que esta vez nos indignamos más porque ocurrió en un partido con alto rating y además quedó grabada en video.

Y adivinen qué: esto está lejos de mejorar. Las autoridades del fútbol necesitan a los hinchas no solo porque aportan colorido sino porque ponen los billetes; no somos seguidores, somos clientes, y nuestro dinero es clave, entre otras cosas, para pagar sueldos de diez millones de euros al año. ¿Recuerda la final de Libertadores River-Boca del año pasado que duró como un mes? Pues no se debió jugar y el título debió declararse desierto. Medidas así de drásticas, acompañado de programas pedagógicos y controles más fuertes, son las que se necesitan para que esto mejore.

Pero en lugar de eso, el partido se aplazó varias veces hasta que apareció Madrid para que el espectáculo continuara. Sin sentido, pero show al fin y al cabo. El fútbol es hoy como el negocio de las armas en Estados Unidos: mueve tanta plata que no importan unas cuantas bajas y algunos disturbios al año. La violencia y los desmanes son un mal menor porque esto es una gran torta de la que todos comemos, a nadie le importa que el orden establecido cambie.

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