Tal como suelen enseñárnosla, la historia colombiana pareciera un extenso inventario de patrañas certificadas por el establecimiento. Si no me creen, miren cómo insistimos en llamar a un período corto del trasegar nacional ‘la Violencia’, cual si el resto de la película fuera paz y entendimiento. O en aquella ligereza de denominar un lapso concreto de nuestra génesis republicana ‘la Patria Boba’, como si lo demás hubiese sido un derroche de inteligencia estatal.
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Por fortuna, siempre ha habido quienes, con espíritu cívico y a contracorriente, han sabido sobreponerse al entorno, removernos vendas y mordazas, y librarnos del engaño algunas veces implícito en las versiones oficiales. Periodistas cuyo compromiso con la verdad los condujo y sigue conduciéndolos a llevar el ejercicio de su profesión hasta las más extremas consecuencias. El martirologio es interminable: Jorge Enrique Pulido, Guillermo Cano, Héctor Abad Gómez, Diana Turbay, Jaime Garzón y un lamentabilísimo etcétera de anónimos y afamados, todos caídos en acción.
Entre estos cabe resaltar al misterioso y genial José Joaquín Jiménez, ‘Ximénez’, cronista estrella de la Colombia de los 30 y 40. Aunque fugaz, su carrera de catorce años le bastó para obrar prodigios, como aquel de ‘regalarse’ en calidad de corresponsal durante la candente huelga de la petrolera Tropical Oil Company en Barrancabermeja, de donde regresó torturado, en 1935. O como el de sacrificar su vida, víctima de una neumonía contraída tras cubrir el caso de un taxi despeñado vía salto del Tequendama.
Padecimientos aparte, Ximénez fue pionero de las fake-news, aunque empleadas con intenciones más nobles que las actuales. Solo a él pudo ocurrírsele la invención de un falso criminal reconocido por el alias de Rascamuelas, terror de Bogotá y en cuya búsqueda la Policía organizó toda una operación de inteligencia para capturar a un malhechor inexistente. O escribir versos atribuidos a un tal Rodrigo de Arce, siniestro poeta cuyas creaciones aparecían, eso sostenía Ximénez, en los bolsillos de cada suicida bogotano.
Contrario al prejuicio, esa estirpe de héroes idealistas de la reportería aún no está extinta. Para la muestra tantos periodistas independientes, jóvenes y valerosos, que a fuerza de persistencia van desmintiendo montajes y falacias. Esos mismos a los que algunos tildan de delirantes, de suicidas o de ‘conspiranoicos’. Lo anterior para contarles que el sábado próximo, a las 8 p.m., el Canal Trece presentará el episodio debut de Reportera X, una miniserie dirigida por Jorge Alí Triana, entre el falso documental, el docudrama y el detectivismo histórico. Reportera X propone un vistazo a la cotidianidad de Jimena Munévar, comunicadora del presente censurada por su jefe, quien, después de conocer acerca del mencionado Ximénez y su obra, decide darse a la misión de responder uno de los más grandes interrogantes clavados en la desmemoria local: ¿quién mató a Gaitán?
Mediante archivos audiovisuales y documentales, reconstrucciones dramatizadas de época y testimonios de expertos, Reportera X plantea preguntas a múltiples tiempos en clave de pasado y presente. Un divertimento acaso oportuno para esta era, tan plagada de funcionarios engañosos, hechos maquillados, censuras, humo en formato cortina y montajes dignos de toda duda. También, un guiño a aquellas revelaciones ocultas en archivos y baúles, y a esas almas inquisitivas dispuestas a desentrañarlas. Pero, sobre todo, un testimonio más de la televisión pública como agente clave a la hora de descifrar lo que somos, fuimos y seremos. Hasta el otro martes.