Todos, sin excepción, quisiéramos ver algunos cambios en nuestra vida, unos más profundos que otros, pero en general es normal desearlos en nuestro entorno o en nosotros mismos. De la misma forma, todo está en constante movimiento, todo está conectado, y nos guste o no, hay cambios que ya se dan en nuestro entorno y en nosotros. Por eso, vivimos en un escenario perfecto para cambiar y evolucionar, para innovar y transformar todo lo que somos y lo que nos rodea.
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Aunque el escenario sea perfecto, se necesita algo más para convertir en realidad esos cambios: voluntad y acción. Voluntad para dejar de quejarnos y tomar responsabilidad de nuestro rol, y acción para ejecutar eso que pensamos y sentimos en dirección hacia lo que deseamos. Eso es algo que parece que sabemos todos, sin embargo, hay quienes prefieren soltar anclas y quedarse en el pasado, en vez de abrir sus alas para avanzar en el presente y traer a la realidad el futuro.
Y aplica en todo aspecto de la vida, si quieres vivir cosas diferentes, debes atreverte a hacer cosas diferentes. Si buscas nuevos resultados, nuevos destinos, necesitas explotar tu creatividad, fortalecer tu confianza, atreverte a buscar nuevos caminos y a pensar diferente, así como a actuar en consecuencia. Por el contrario, cuando nos quedamos pegados a lo que ya creemos conocido, seguro y habitual, viviremos una rutina que poco aporta a nuestro desarrollo.
No se trata de huirles a las rutinas, ya que muchas veces nos ayudan a crear disciplina; tampoco es aparentar ser dueños de la ‘originalidad’ porque queremos hacer las cosas diferentes y llevar siempre la contraria. Se trata de entender que necesitamos actuar en consecuencia frente a todo lo que vivimos y hacemos, frente a lo que pensamos y sentimos. Debemos ser siempre uno, independientemente del contexto.
Todos podemos lograr cambios, y no me refiero a que tengamos el potencial o a que seamos capaces de crearlos en nuestra mente. La vida necesita de gente valiente que se atreva a romper el molde, a seguir sus sueños y a lucharlos hasta superarlos; porque para criticar, ver solo errores, quejarse y señalar lo malo sin proponer nada, ya hay muchas personas.
Necesitamos atrevernos a recorrer nuevos caminos, a ser lo suficientemente valientes como para recorrerlos, descubrirlos o crearlos si es necesario, ya que al final, como me dijo alguien una vez: “De los cobardes no se ha escrito nada”. Vinimos a cambiar el mundo, hagámoslo para bien.