Enrolamiento

Para muchos, 12.000 pesos no son gran cosa. Difiero, 12.000 pesos es un plato de comida, es una carrera de taxi, pueden ser los pasajes en bus o metro para varios días, son el ajuste para pagar los servicios públicos, internet, el cable o el celular. Doce mil pesos son una fortuna y a mí la Dimayor me pidió esa cantidad, y no sé que hizo con mi plata. La verdad, como diría el de Sábados felices: “Echeverry, creo que me tumbaron”.

Y no solo fui yo, fuimos miles en todo el país los que, como buenos ciudadanos, “comimos cuento”, acatamos las indicaciones y como borregos fuimos a soportar una fila, a lidiar con el flojo servicio de Tu Boleta (operador que tuvo la Dimayor para este cuento), para luego recibir un carné feo, con una foto pésima que va más allá de la fealdad de cada uno de nosotros, y con el pasar de los días, semanas, meses y ya casi dos años, ver que todo lo anterior, más los 12.000 pesos, están en el limbo.

El cuento pintaba bien y se veía sensatez en la razón de ser del mismo. El tal enrolamiento nació en julio de 2017 con el objetivo de tener una estrategia para frenar la violencia entre los hinchas del fútbol. La idea era individualizar e identificar a los protagonistas de los líos en los estadios y sancionarlos. Todo mediante la información de cada persona y de un documento con huella dactilar y foto.

Muy bello el cuento que en esa época le hizo inflar el pecho del ego a Jorge Perdomo, entonces directivo de la Dimayor. Ni el descubrimiento del fuego o la invención de la rueda le “amarraban un guayo” a los efectos curativos del tal enrolamiento. Y como pasa en este país con todo lo que nos clavan –impuestos, alzas, códigos de Policía con empanadas a bordo, corrupción, todo–, cientos, no, perdón, ya lo dije antes, miles de hinchas sacamos los 12.000 pesitos y cumplimos la medida con tal de no perdernos del placer de ver a cada uno de los equipos de los que somos hinchas.

Hagamos un ejercicio: digamos que en todo el país se enrolaron 40.000 personas (es claro que la cifra de personas que lo hicieron es más alta), multipliquemos esos 40.000 por los 12.000 del tal carné de enrolamiento y el resultado es de… ¡480 millones de pesos!

¿Dónde está esa plata hoy cuando la medida no se cumple? ¿Dónde está esa plata hoy cuando el tema está en el “refrigerador”? ¿Dónde está esa plata hoy cuando en Medellín, por pedido de sus autoridades, piden el tal carné solo en las tribunas populares? ¿Dónde está esa plata hoy cuando se siguen presentando hechos de violencia y poco o nada se individualizan a los culpables y se siguen cerrando tribunas completas por culpa de unos pocos vándalos idiotas? ¿En qué parte está esa plata hoy? O, peor aún: ¿dónde está generando intereses y para quién o quiénes?

Así es, es el “enrobamiento”, es el “entuertamiento”, es el enrolamiento. Otra “perlita” que se inventaron en este país para hacer ya uno no sabe qué cosa maloliente.

Señores de la Dimayor, les exijo que me devuelvan mis 12.000 pesos. Los necesito y no les voy a acolitar más sus “dimayoradas”

¡Respeten, carajo!

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