Columnas

Lo fácil convertido en difícil

La idea de modificar el campeonato de fútbol colombiano me llevó inexorablemente a finales de la década del ochenta y a recordar un concurso que hacían en la radio mis queridos Hernando Romero Barliza y Andrés Nieto. Me acuerdo que por esos años, diga usted 1989, y no me juzgue por viejo que nadie más que yo sabe de su propia senectud, el grupo español La Trinca estaba muy de moda. Asaltaron las radios colombianas con el muy polémico título de Quiero una novia pechugona y luego se dieron otros 15 minutos de fama con una canción que estaría ni mandada a hacer para que fuera acuñada como himno de la ley de financiamiento.

Título de la canción: El IVA hecho fácil que, como su nombre lo indicaba, no era más que una parodia compuesta por ellos en la que la dificultad interpretativa era gigantesca: debían explicar a su manera cómo operaba el impuesto y lo hacían usando apenas un minuto y ocho segundos cantando a la velocidad de la luz y sin respirar.

Entonces el reto de cualquier oyente de radio en 1989 era poderse aprender ese trabalenguas sin grietas para llamar a la emisora, cantar al aire y poder ganar, no sé, cualquier pendejada. Y uno oía cómo ‘el Capi’ y Nieto descabezaban oyentes cada segundo porque francamente era una tarea de alta complejidad, tan similar a la de aprenderse el nuevo sistema que quieren implantar y discutir en la próxima asamblea del 19 de diciembre en la Dimayor.

Leer la propuesta es, repentinamente, llenarse de música de La Trinca en los oídos: por enredado, por divertido, y porque, a partir de las letras, se puede concretar de manera exitosa un ridículo. La gran diferencia es que La Trinca sabía que todo era en joda; en cambio la Dimayor, no. La entidad que agrupa a los clubes profesionales cree que la iniciativa de cambio es realmente buena y que no podría haber espacio para la mofa.

Dos tablas de posiciones, una fila A y una B, habrá cuadrangulares A, B, C, D, y fecha de clásicos además de pelea por el descenso, pero solo los que descienden porque ya no hay promedio, ni dos estrellas y tampoco Superliga porque pues, ¿cómo jugarla si solo hay un campeón?, se reparten los títulos, las estrellas y los cupos de acuerdo al rendimiento en los cuadrangulares… en fin, un bodrio del tamaño de una catedral.

Si yo perteneciera a ese cuerpo de dirigentes pediría solamente que el que ascienda no herede el promedio del peor ubicado. De hecho, quitaría el promedio. Y listo. ¿Para qué modificar lo que más o menos funciona? El 19 de diciembre habrá un nuevo capítulo sobre la opción de reformas en el torneo y mientras esa fecha llega trataré de aprenderme la letra de El IVA hecho fácil de La Trinca. Voy a lograrlo antes que entender el campeonato que algunos quieren imponer.

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