«Querida camarada, hoy te escribo después de nueve años de conocernos. Fueron siete años de lucha en los que te negaste rotundamente a darme voz y voto en el movimiento. Te negaste rotundamente a darme liderazgo y yo no lo entendía. Te tomaste la tarea de confrontarme con mi propia verdad y hacerme caer en cuenta de que no era cierta. Hiciste un proceso por años y hoy quiero escribirte como lingüista, poliglota, antropóloga tesista y activista feminista. Más que a ti, hoy le escribo a todos tus lectores para que sepan de otra voz lo que significa ser una feminista artesanal.
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Llegué a Feminismo Artesanal con ganas de marcar una diferencia en la vida de otras mujeres sin darme cuenta que tenía que empezar por reconstruir la mía sobre los escombros. Llegué con ganas de cambiar las cosas y hacerlas mejor para otras, no me di cuenta que yo había llegado para salvarme. Llegué para encontrarme en su causa, pero huyendo constantemente como una niña temerosa. Tuve que narrarme de nuevo. A mis 4 años descubrí que mi cuerpo era capaz de experimentar sensaciones que me hacían sentir amada, libre y tranquila. Crecí orgullosa de mi cuerpo, mi erotismo y sin prejuicios. Yo tenía una fuerza vital que fue admirada por mis seres más amados nunca reprimida y antes de la violencia jamás temida por ellos. Después de la violencia no pude seguir amando lo que era ni podía amar a otros ni dar de lo que no tenía. Después de la violencia me obligué a vivir otro tipo de violencias como una penitencia autoimpuesta. Crecí y viví después de la violencia con un sentimiento de auto desprecio que me impuse como carga.
Sin embargo, después de este incómodo y doloroso ejercicio de hurgar la memoria de la violencia, me encontré con que, a pesar de todos mis intentos de sabotaje a mi vida, hoy a mis 28 años tengo ya dos carreras, soy docente del estado y lideresa social en la defensa de niñas y mujeres. Me encontré con que no me convertí en el remedo de ser humano que después de la violencia siempre me creí. Sólo hasta ese momento pude tomar la decisión de estar frente a mi agresor y decirle que lo reconozco como tal, que no estamos hablando aquí de caricias mal interpretadas sino de un abuso sexual sistemático y que lo tengo vigilado.
Hoy mujer, veo y siento a la niña que fui y abrazo a la mujer que por sensación de injusticia se convirtió en fuerza y pudo sobrevivir. Hablaré siempre por esa niña que no fue escuchada hasta quedar sin voz y perforar los tímpanos de los oídos indiferentes. Leeré y escribiré su verdad hasta martillar las conciencias de quienes no le creyeron y no la protegieron. Yo tengo una deuda vitalicia con esa niña que resistió. Entiendo que la peor violencia es el silencio. Para nosotras quienes llegamos a ser mujeres siendo violadas y no asesinadas, para las que nunca seremos una cifra más de infanticidio antes violación y tortura agravado por feminicidio y también para las otras que afortunadamente nunca sabrán que es que es vivir cualquier tipo de violencia de género se hace urgente una alfabetización en nuestro deseo, nombrarlo, reconocerlo y conocerlo. No sólo sentirlo sino expresarlo. Detrás de esta lucha por el entendimiento y el conocimiento de nosotras mismas, está la defensa de la vida de esa niña que fuimos.
Tal fue la enseñanza durante todos estos años de ti, Mar Candela, y tal es el viaje de una feminista artesanal. Mi viaje. Hoy, al responder a una entrevista a Publimetro Chile en conmemoración al día contra la violencia de género supe que la tarea se hizo bien cuando la entrevistadora cambió el enfoque de entrevistar a víctimas de violencia de género por mujeres que la combatimos a diario en distintos países de Latinoamérica. Luego lo volví a confirmar cuando recibí la invitación a convertirme en uno de los Libros Parlantes que estarán el domingo 25 de noviembre en el Parque Nacional. No seré nunca más un cuento triste esperando a ser narrado, mi historia sigue después de la violencia porque existió antes de ella y me narro y me desnarro como quiera, cuantas veces quiera y mi supervivencia me lo exija. Gracias Mar Candela».
Olga Lucia Molano Ardila; además Licenciada del magisterio y feliz bailarina de flamenco.
Colofón: Dedico esta sentida carta que he recibido a todas las mujeres que me leen, a las conocidas, a las poco conocidas y a las desconocidas. A las colaboradoras voluntarias que me han odiado porque no reconozco su parte activa dentro del movimiento solo puedo decirles con los ojos llenos de lágrimas: no es de cabrona desagradecida que no les entrego banderas en esta trinchera aún; es porque sé que cargar en la piel la responsabilidad de construir “calles para mujeres libres” requiere mucho más que de buena voluntad y deseo. Requiere que dejes de ser víctima y te conviertas en heroína de tu propia vida, que entiendas que en estos sistemas sociales, culturales y políticos existen quienes nos quieren borradas, sumisas, serviles y hasta muertas y antes maltratadas y violadas. Y que la única forma de vencer el patriarcado es que tu, mujer, te hagas responsable de tu historia y asumas que hacer con ella.
Nuestro poder es quitarle el poder al miedo pese al miedo, al silencio pese a los oídos sordos y la ignorancia contra toda incapacidad técnica de leer, estudiar, reflexionar, filosofar y profundizar. Solo así seremos personas putamente libres y no puedes abanderarte de la vida de las otras cuando no te has logrado abanderar de tu propia vida mujer.
El Feminismo Artesanal no se trata de labores sociales ni mucho menos de caridad. Para ser embajadoras de buena voluntad pueden ir a diferentes lugares, desde una iglesia hasta organizaciones de beneficencia. Para hacerte feminista debes ser tu propio discurso, no importa cuántos libros feministas te sepas de memoria y lo grandilocuente que seas: si tú no eres tu propio discurso tú no tienes moral para hacerte cargo de la realidad de las mujeres. Nosotras no hacemos labores sociales, aunque así parezca. Lo que hacemos es revolución.