La presión a veces nos dobla y luego, al fallar, queremos retorcernos en el último rincón de los infiernos pensando en que nunca debimos decir que sí a cierta situación que terminó jugándonos en contra, aunque inicialmente nuestro deseo ferviente era ganar esa batalla. Pero al perderla, recordamos que las sombras que se proyectan en nuestra propia vida posiblemente son generadas por nosotros mismos.
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Miguel Russo, intachable y querido en Bogotá, alcanzó un acuerdo para terminar su vínculo con Millonarios, pero le quedaba un punto final para culminar su camino embajador: dirigir el último encuentro del calendario ante Santa Fe. Seguro, preso del agradecimiento –por lo general, esa sí que resulta una de las ataduras más incómodas e inatajables de todas– y de lo que significaba para él mismo imaginarse un final de película tipo Rocky, pero en El Campín, dijo: “Bueno, qué carajos, dirijamos el último juego. ¿Qué puede salir mal?”.
El final del clásico le demostró a él que usualmente los escenarios adversos pueden empeorar dramáticamente siempre. Siempre. Le debió quedar claro que el día que necesite organizar una despedida, a los últimos que va a llamar para la organización del evento son a los jugadores de esta plantilla de Millonarios, capaces de jugar tan mal hasta la indignación del mismo Miguel Russo. Pocas veces –salvo Duque y algo de De Los Santos– se vio un equipo más desinteresado en todo. Y no estamos hablando de ganar: estamos hablando de respetar su propia dignidad como jugadores profesionales de primera división. Santa Fe con 10 hombres pudo hacerle un par más de los tres tantos que al final terminó llevándose con absoluto merecimiento. Una vergüenza lo de los que estuvieron en el campo. No hubo homenaje más espantoso al que los llevó alguna vez hacia los senderos del triunfo.
Lo de Paulo César Autuori es un riesgo innecesario de esos que a veces se corren, tomó el timón de Nacional y supone uno que evaluó posibilidades: juego contra Leones que ya está en la B, dependo de mí mismo para mantenerme en la lista de los ocho clasificados, el equipo viene con el ánimo mejor por el triunfo en copa. ¡Qué puede salir mal? Pudo decidir que le endilgaba el último choque de los del todos contra todos a Hernán Darío Herrera, pero seguro advirtió que no iba a ser tan difícil. ¿Y si vencían? ¿Y por qué no pensar en el campeonato? ¿Qué puede salir mal?
Todo, por supuesto: iba perdiendo 2-0 ante el descendido de marras. Empató no por su buen juego –que no es culpa de Autuori, pero al que le achacarán parte de esta historia–, sino por puro testículo. Nacional no ha jugado bien y los problemas han tocado la puerta de su casa, mucho más tranquila hace unos años.
¿Que nada puede salir mal? Craso error: Autuori es de los pocos directores técnicos que hoy puede decir que con un solo partido disputado como DT en un club, terminó de clasificado a eliminado.
Pobres Russo y Autuori: inocentes, pero culpables también por cuenta de sus decisiones finales de aceptar algo que de pronto estaba lejos de su propio control.