Tarde o temprano iba a pasar: mataron a una persona por una cadena falsa de WhatsApp. Pásenle la noticia a sus tíos y tías, a sus primos, a todos los familiares y amigos, a ver si dejan de azotar a diario los chats grupales con memes y panfletos escritos por quién sabe quién. Comparten un texto largo y malo y dicen que lo escribió García Márquez, Borges o Gossaín. O a ver si dejan de armar grupos de WhatsApp, más bien.
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Parece que no trabajaran, porque viven mandando videos de discursos políticos y de porno. Llenan la memoria de basura y hacen perder el tiempo. No es que uno viva ocupado, pero si de tiempo libre se trata, hay mejores maneras de pasarlo que contestándole a una decena de personas que están al otro lado de la pantalla. Es que no se entiende. Si hay gente que uno no quiere ver, ¿qué la hace pensar que quiere estar en comunicación directa con ella todos los días? Y como está muy mal visto salirse de un grupo de esos, WhatsApp permite silenciarlos hasta por un año; ojalá diera la opción de silenciarlos toda una vida.
El punto es que el asunto pasó de castaño a oscuro. Una cosa es que te incomode que te escriban bobadas y noticias falsas 24/7, y otra que pierdas la vida por cuenta de ello. Ocurrió la semana pasada en un barrio llamado Acapulco, localidad de Kennedy, ciudad de Bogotá. ¿La víctima? Nada claro, pero al parecer un joven cartagenero de 23 años llamado Maikel Eduardo Mabello. Murió en el hospital luego de que hasta 150 personas lo atacaron a él y a dos personas más con piedras, palos y machetes.
Lo más importante, la razón: la Policía estaba haciendo requisas en la zona y vía WhatsApp llegó la información de que las personas detenidas pertenecían a una red de robo de niños en el sector, lo que apunta a ser falso. Nadie preguntó, nadie reflexionó, fue leer y explotar: ataquemos primero, preguntemos después. Nadie quería matarlo probablemente, o quién sabe, más bien solo querían descargar su rabia. Pasa que cuando atacas con furia no lo haces porque tengas algo en contra de eso contra lo que te vas, sino porque necesitas una excusa para descargar tu frustración. Es decir, atacas a la vida, no a alguien en particular. No es excusa, es solo una manera de explicar lo que le pasó al señor Mabello.
Tan confuso es el hecho que otra versión ronda por ahí: que no fue por el supuesto robo de niños, sino porque la víctima había llegado de Venezuela recientemente, huyendo de la crisis. Entonces podría tratarse de un acto de xenofobia. Hoy nos debatimos entre ayudar a los venezolanos o repudiarlos. Eso sí, cuando se trata de darles una mano se nos sale lo ventajoso y les ofrecemos condiciones laborales aun más precarias que las que tendría un colombiano.
Sea cual sea la versión cierta, una cadena falsa de WhatsApp fue suficiente combustible para que una horda explotara y acabara con Maikel Eduardo. Así vivimos, rodeados de noticias falsas y con la furia a flor de piel. Así votamos también en cada elección, repitiendo que nos vamos a volver Venezuela, consumiendo información sin siquiera tomarnos el trabajo de comprobar si lo que nos dicen es verdad.