Opinión

Así se cocina el Festival Gabo 2018

Debo confesar que todas las formalidades me aburren. Cuando empecé a escribir de cine, lo último que quería era que me encasillaran como ‘crítico’; luego, como docente, me aseguré de no caer en las clases magistrales en las que solo el profesor comunica su ‘verdad’; incluso, cuando he decidido entrar en las aguas difusas de las relaciones, las etiquetas, las reglas y los comportamientos convencionales hacen parte del “no, muchas gracias”. Siguiendo mi filosofía de vida, asistiré a un taller de relato y cocina en el Festival Gabo, con la idea de aprender cómo podría adaptarme al periodismo gastronómico sin ser formalmente un periodista gastronómico o morir en el intento.

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No llegué por azar a este taller, pues la cocina es una de mis pasiones más escondidas. Cada tanto me inscribo a cursos para aprender de la cultura gastronómica de países que aún no he visitado, para conocer nuevos ingredientes y para entender que la paciencia, como todo en la vida, es la clave para que la prueba-error diaria tenga más aciertos que fracasos. Los deseos tarde o temprano superan la propia fachada de lo que se intenta mostrar sobre sí mismo y por eso sabía que escribir sobre gastronomía era cuestión de tiempo. Aunque ya lo he hecho en algunas ocasiones, el miedo a lo poco explorado me frenaba a la hora de dar rienda suelta a mi deseo.

Como se diría de manera formal, el Festival Gabo, que irá hasta el viernes 5 de octubre en Medellín, es la oportunidad para que los amantes del buen periodismo se reúnan y asistan a charlas, talleres y otras actividades con referentes de la talla de Leila Guerriero y Alex Grijelmo. Sin dicha formalidad, para mí es una oportunidad buenísima para descubrir cómo puedo comunicar historias de la culinaria local y mundial con los consejos del chef Andoni Luis Aduriz y el periodista gastronómico Benjamin Lana.

Sé que encasillar a los periodistas como ‘culturales’, ‘deportivos’, ‘políticos’ o ‘gastronómicos’ traiciona el sentido mismo del periodismo. Las buenas historias se logran con personajes universales, escenas únicas y con la mirada particular con la que los periodistas logran interpretar la realidad. Si hoy es un pianista, mañana puede ser un chef, un político o un deportista, y la fuerza de la narración estará ligada a la rigurosa investigación, a la acertada observación y a los riesgos en la estructura y forma de la redacción. No desconozco esto, pero también asumo que hay que escuchar a los que ya escribieron sobre cocina, sobre política, sobre arte y que están ahora en un festival que los reúne bajo una etiqueta.

Así como la propia escritura es reflejo de las lecturas que hemos decidido hacer, cada vez más también es resultado de lo que escuchamos en un pódcast, vemos en el celular en un streaming, experimentamos al caminar, pensamos en la ducha o escuchamos en un taller. Por eso, celebro que el Festival Gabo tome más fuerza cada año, como una oportunidad para hablar de cómo se cocina el periodismo, incluyendo el gastronómico. Un país que retrocede políticamente al menos debe mantener la esperanza de que se seguirán contando historias para denunciar, entretener y visibilizar personajes, problemáticas y escenas que solo con la buena observación pueden pasar de la sartén a la mesa.

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