Todos queremos recibir, pero no siempre todos están dispuestos a dar, de allí que en la cotidianidad abunden personas en nuestro entorno que viven de queja en queja, de malestar en malestar, buscando problemas a cualquier solución, encontrando obstáculos donde no los hay y haciendo culpables de sus desdichas a cualquier cosa, lugar, circunstancia o persona.
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Somos lo que creemos, y como consecuencia, creamos en nuestra vida todo aquello en lo que creemos. Si creemos que nuestra vida es un mar de desdicha, de tristezas, angustia, dolor y penuria, no hay mucho espacio para que algo bueno suceda porque vamos a estar enfocándonos en ver lo malo, desconfiando de cualquier cosa que nos pase y alejándonos de todo lo que no esté en esa línea.
No podemos pretender ser felices, tener una vida llena de éxito, abundancia y plenitud en cualquier (o en todo) aspecto si vivimos alejando con nuestras actitudes y, peor aún, con nuestros actos esa felicidad. Mientras sigamos actuando de manera contraria a como queremos vivir y no decidamos tomar la responsabilidad de nuestra propia felicidad, nunca lograremos avanzar.
Si queremos disfrutar de un bonito día, pero no queremos pararnos de la cama; si queremos tener una vida llena de cosas buenas, pero lo único que hacemos es quejarnos; si queremos tener mejores ingresos, pero no queremos trabajar por conseguirlos condenamos nuestro destino a la tristeza y nos entregamos de entrada a la derrota.
Pero si queremos evitar que eso suceda y que nuestro destino tome otro rumbo, necesitamos dejar de tirarle la responsabilidad a nuestro entorno y asumirla de una vez por todas para hacer de nuestra vida algo realmente nuestro, algo digno de ser vivido, contado y recordado, que esté a la altura de nuestros sueños. Es necesario desterrar de nuestra mente ideas tontas, ya que no es el clima, ni el gobierno de turno, ni son tus compañeros de trabajo, pareja, padres o familia o mucho menos tus líderes religiosos los llamados a hacerte feliz. Solo tú eres responsable de tu felicidad, de descubrir lo que para ti significa, de atreverte a conseguirla y disfrutarla, pero sobre todo, a compartirla con quienes a tu buen parecer consideres.
Cuando eres consciente de que solo tú eres el responsable de tu felicidad, empiezas a crearla para tu vida, por consiguiente, la atraes, y como no estás distraído culpando o responsabilizando a otros, verás más claro el camino y se manifestará en tu vida.
Este es el mejor momento para que seas feliz, así que sacúdete y empieza a responsabilizarte de tu propia felicidad, a disfrutar de la felicidad que eres y a compartirla para que descubras todo aquello que estás destinado a ser.