Juan Carlos Osorio va a ser algún día entrenador de la selección Colombia, pero por ahora dirige a México. Y con el equipo centroamericano acaba de dar la sorpresa, no del Mundial, sino de buena parte de la historia de este torneo. Nadie esperaba que los mexicanos derrotaran a los alemanes con semejante autoridad y menos después de haber caído 1-4 en las semifinales de la Confederaciones del año pasado contra el equipo B de Alemania, el de fogueo. Nadie, menos Osorio.
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La felicidad del colombiano se vio en la cancha, y a la hora de la rueda de prensa, la emoción se convirtió en nervios. El miedo escénico lo llevó a no saber cómo ponerse el auricular para oír la traducción simultánea, y luego a no saber en qué idioma responder. Después de los partidos, la Fifa dispone de equipos de traducción con cuatro idiomas diferentes, de acuerdo con las nacionalidades de los equipos, por lo que cada entrevistado puede responder en su lengua natural. En medio del vértigo, Osorio preguntó si respondía en inglés o en español. Cuando le dijeron que podía hacerlo en español, lo hizo en inglés. Así de alterado estaba.
Su rueda de prensa en la sala del Luzhnikí después del juego fue atípica. No por espectacular, porque Osorio no es un showman que dé a la prensa titulares altisonantes, sino por larga. Larga dentro de los estándares de estos eventos. Después de cada juego, a la rueda asisten el jugador del partido y los entrenadores de ambos equipos. Cansados, estresados y en ocasiones molestos, responden lo mínimo necesario, no sin algo de sorna y afán, con ganas más que entendibles de irse a descansar.
No fue así con Osorio, que se explayó en conceptos y a cada pregunta recibida daba respuestas detalladas, en ocasiones contestando cosas que no tenían que ver con la pregunta. Se le vio la sencillez cuando agradeció a Dios y a sus padres por el triunfo, y fue curioso que en algún momento mencionara al argelino Ali Benarbia, con quien coincidió en Manchester City a comienzos de la década pasada. Hasta allá se fue Osorio en sus respuestas.
Y habló mucho de táctica, que es su fuerte. Dijo tantas estrategias que yo terminé estresado, pensando: “Este tipo está diciendo todo, a lo que juega, cómo ataca al rival, todos lo van a oír y van a saber de qué manera ganarle”. Pero son bobadas, Osorio no es ningún pendejo y si habló de lo que habló es que no representaba ningún peligro revelarlo.
Del juego con Alemania dijo que había sido un trabajo de seis meses que tuvo que ir cambiando de acuerdo a las lesiones y cuando le preguntaron por Carlos Vela dijo que le había ordenado tapar la salida de Hummels, estar a espaldas de Kroos y Khedira y que se moviera en la zona catorce. ¿Qué es la zona catorce? Sabrán Osorio y Vela, pero la verdad es que nadie en la sala de prensa se atrevió a preguntar y todos hicimos como si hubiéramos entendido. Acá debo decir que ese tipo de alardes de conocimientos tácticos me incomodan un poco.
Y es por eso que se la han montado en México durante los tres años de su labor: por sonar a que está robando cada vez que abre la boca. Por eso y por extranjero, y por el 7-0 contra Chile en Copa América y por el 1-4 contra Alemania en Confederaciones. En México se tienen en muy buen concepto, creen que son potencia mundial y que deberían siempre llegar más lejos, pero la verdad es que su desempeño en torneos internacionales demuestra lo que son: un equipo animador con un potencial que por alguna razón no acaba de explotar. O quizá nunca explote porque no hay qué explotar; ni idea.
Lo cierto es que hoy México y Osorio son reyes del mundo. Le ganaron al campeón de manera clara, porque lo visto en Moscú no fue cuestión de suerte. En el campo se vio el planteamiento del entrenador y el compromiso de los jugadores por cumplirlo. Los alemanes se fueron encima porque era lo que tocaba, pero México demostró personalidad y hambre. La gesta no es poca cosa, en toda su historia, Alemania ha perdido en mundiales contra tres latinoamericanos: la Argentina de Bilardo, la Brasil de Escolari y este México de Osorio.
Y eso es lo que le falta a Colombia: ganarle a un grande en un Mundial. Le empatamos a Alemania hace 28 años y hace cuatro perdimos contra el peor Brasil de la historia. No hay manera de saber si con Osorio cumpliríamos con esa materia pendiente, pero hay que darle esa oportunidad. Pékerman está de salida y Rueda está en Chile; Osorio no solo se lo ha ganado con una carrera larga y ascendente, sino que ha dicho públicamente no solo que lo desea, sino que sueña con dirigir a la selección de su país. En esta historia de amor, los dos protagonistas tienen que terminar juntos.