Es joven y habla poco. O mejor dicho, habla lo necesario, lo justo pero fuera de la cancha. Dentro de ella no es de esos arqueros que en el campo estén callados. Todo lo contrario: ordena, pega gritos y no deja que su cuatro posterior se desordene ante los ataques adversarios. Geovanni Banguera –así, con ‘e’– apareció y sigue siendo parte del sustento en el que el Atlético Huila se está apoyando para seguir llegando lejos.
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Lo más curioso es que el partido de vuelta contra Patriotas debió ser uno de los más tranquilos que ha disputado con los de Neiva. El rival apenas si tuvo una ocasión y medio difuminada. Ya era hora de que Banguera sintiera que podía descansar un poco porque mucho trabajo sí ha tenido que atender desde que Néstor Craviotto, entrenador del opita, lo mandó a que se curtiera como los grandes por cuenta de la lesión sufrida por el que se avecinaba titular, el veterano Breiner Castillo.
Ahí comenzó a dejarse ver a punta de voladas increíbles. Me acuerdo de una noche ante Bucaramanga: hay un tiro libre –no sé si de Michael Rangel o de John Pérez– que va directo al ángulo, a la cruceta. Hasta allá apareció una mano gigante que la desvió. Y era ver a los búcaros tomarse la cabeza con las manos, incrédulos.
Ahora que Colombia está pensando en la posibilidad de trabajar sobre nuevos nombres de arqueros para el futuro de la selección Colombia –entendiendo que se sumó a Arboleda, el de Banfield, como primera piedra del recambio– habrá que seguir con atención las voladas de Banguera, portero que junto con Arlet Cadavid –el elástico y muy eficaz guardameta del recién ascendido Leones– pintan para cosas muy buenas si es que siguen como van.
Y volviendo al sábado, Banguera realmente tuvo una noche tranquila porque Patriotas no lo acosó tanto. Simplemente le tocó estar atento en cuatro disparos que le hicieron: cuatro penales producto de la definición para saber cuál de los dos equipos iba a semifinales. Banguera hizo la tarea: detuvo tres. En uno aguantó de manera perfecta a Diego Álvarez. En el otro –valga decirlo– se debió adelantar como tres metros ante el remate de Kevin Rendón, pero su gran volada fue frente a Malagón, que pateó bien, a media altura y a la esquina, pero Banguera voló hasta ese lugar.
Por eso, y en medio de la alegría que significó para él encontrarse de nuevo entre los brazos de sus compañeros que le agradecieron la victoria, seguro pensó en su mamá, la mujer que siempre lo apoyó, que le dio todo desde niño y a quien quiere más en el mundo, la misma a la que no alcanzó a ver en el Día de la Madre porque por cuenta de un par de retrasos en el transporte, la señora no pudo llegar a tiempo para la celebración que le tenía preparada su hijo.