Poco se ha conocido de los detalles de la que sería, sin duda, la operación más importante contra el principal cartel de drogas en el mundo y la que fuera en su momento la segunda organización terrorista con mayor capacidad financiera global. Hace escasos cuatro años se denunció por múltiples medios la negociación de este cartel de 50 misiles tierra-aire con organizaciones terroristas islámicas. Así es el cartel de las Farc, para entonces en medio de un proceso que pocos avances enrostraba, pero que ya mostraba su ánimo de cinismo puro y su alcance de seguir delinquiendo en medio del proceso de paz, lo que sin duda mostraría el camino que tomaría el llamado ‘posconflicto’.
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En documentos cerrados de la organización terrorista cartelizada, en medio del proceso de paz de La Habana, se mostraba una organización totalmente cínica, altanera y desafiante no solo del establecimiento y sus instituciones, sino con todos los colombianos, sobre todo con aquellos que incautamente le apostaron a una paz mal negociada, en donde quedaba a un lado el Estado de derecho, la institucionalidad de un país con vida republicana con más de 200 años y, sobre todo, en donde cogían de tapete nuestra Constitución Política. A todos esos incautos que seguramente ya despertaron del engaño de que las Farc algún día se desmovilizarían, ¡bienvenidos!
Como ellos mismos afirmaban en el informe del 4 de noviembre de 2012: “En el hipotético caso de que llegáramos a un acuerdo con el Gobierno, las Farc-EP no estamos pensando en planos de reinserción o desmovilización como ellos lo pintan, allí lo que se dice es que nosotros definiríamos de acuerdo con nuestros intereses la forma que asumiría nuestra organización económica, política y social”. Así las cosas, ellos tenían plenamente claro y fríamente calculado que la mesa de negociación era un escenario propicio para legalizar sus fortunas, lo cual se construyó con millones de muertes, sangre, narcotráfico, secuestros y el acaparamiento desbordado de miles de caletas, producto del narcotráfico y la minería ilegal.
Muchos de los incautos se sorprendieron con la captura de alias Jesús Santrich por comercialización de cocaína, usando como vehículo los carteles mexicanos que ya tienen inundada a Colombia de sus secuaces; otros no se sorprendieron del todo y lograron entender que esa paz que se les vendió era la manipulación colectiva a favor del narcotráfico puro, como las toneladas de cocaína que el cabecilla y miembro del equipo negociador de las Farc intentó introducir a Estados Unidos, a lo cual pretende hacerle el quite con leguleyadas a todas luces absurdas, como con la conexidad entre narcotráfico, secuestro y delito político.
La historia de ‘Santrich’ no se remonta a unos proyectos ‘megaproductivos’, hay que mencionar que por la operación de exportar cocaína a los Estados Unidos, un delegado de él recibió cinco millones de dólares que fueron entregados de manera controlada, lo cual también, muy seguramente, obra como prueba de cargo que no solo conspiró desde Colombia para introducir cocaína a Estados Unidos, sino de que sí se cometieron varios delitos en territorio estadounidense, razón suficiente para ser extraditado. Qué tristeza ver que todo lo que se advirtió hace cuatro años hoy sucede, no hay razón para no recuperar el rumbo y tener un Estado donde impere la cultura de la legalidad y la Constitución.