Opinión

Sé que en la academia nadie me está preguntando qué pienso sobre “los feminismos”

“Lo que no debe ser nunca el feminismo es la excusa para que unas mujeres se crean con la autoridad de ordenar callar a otras”: Mar Candela

Sabemos que el feminismo es tan plural como singular, de ahí que en la academia, para evitarse la fatiga de crear una amalgama perfecta de feminismo en medio de tantas diferencias internas y hablar de la diversidad de feminismos, de teorías y de posturas dentro de este rango político social, cultural e ideológico, se ha optado por hablar de feminismos.

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Como si se tratara de varias corrientes ideológicas: que si feminismo pro-sex, que si feminismo de la Ilustración, que si feminismo de la diferencia, feminismo obrero, feminismo anarquista, feminismo cultural, feminismo liberal, feminismo queer, afrofeminismos, feminismo postcolonialista… Un sinnúmero de apellidos que solo marcan fronteras entre las feministas. Fronteras que me tienen hasta el gorro.

Claro que cada apuesta política debe tener su título, su marco teórico, su argumentación y claro que el feminismo tiene muchas colectividades y que cada una da prioridad a su visión de emancipación. No quiero que entiendan que deslegitimo los marcos teóricos. De ninguna manera. Para mi cada apellido al feminismo es la explicación de una visión de un marco teórico y es absolutamente necesario y válido para poder tener claridad mental de nuestra resistencia. Lo que me choca es que se considere que esos apellidos nos hacen diferentes «bandos».

Las mujeres blancas, heterosexuales que tienen formación académica, han recibido principalmente los saberes de ese feminismo que es el académico, el feminismo blanco que bebe de la ilustración y que tiene grandes pensadoras.

Yo soy blanca, y aunque tengo mis dudas de si soy heterosexual o el sistema me tiene domesticada en la heterónoma, por decisión personal socialmente vivo y me reconozco como mujer heterosexual. No hablé en primera persona porque, aunque tengo esas características, no fui nunca a la academia y jamás me certifiqué en alguna profesión, por tanto, mucho menos recibí una formación desde la academia en feminismo. Como pensadora curiosa e inquieta, como una mujer que en su educación ha sido casi autodidacta, de manera empírica me he documentado de feminismo y todo lo que sé de feminismo se lo debo a la academia.

Aunque algunas académicas rechacen que me considere ideóloga de Feminismo Artesanal (que creara mi propio apellido feminista no porque sea un apellido más sino porque es un apellido que no nace en las élites de la intelectualidad académica feminista), lo cierto es que Feminismo Artesanal está sustentado en no pocos análisis académicos de grandes feministas y en las bases de diferentes teorías feministas, por cuestionamientos que me llevan a la necesidad de llenar algunos vacíos prácticos, a mi juicio cruciales para la realidad de las mujeres. Vacíos que considero necesario deben llenarse mediante las dinámicas de este tejer y destejer la realidad actual de las mujeres desde la cotidianidad, entendiendo la postmodernidad como base fundamental de la práctica feminista moderna.

Sin duda esta práctica feminista moderna debe ser individualista-racionalista y asociativista. Y en todo sentido un feminismo interseccional. Feminismo Artesanal, entre todas las militancias feministas, es un puente entre las mujeres diversas. Es un feminismo para no feministas. Es una revolución dentro de nuestra propia revolución. Y con esta práctica busco de verdad que seamos las feministas para las no feministas; que seamos también un feminismo para las nadie. Porque en realidad como una nadie que nací, mi apuesta política y ética es llevar el feminismo a las nadie, Putas o Santas, “de clase “o “sin clase”.

Esta práctica solo propone ayudar a las mujeres a encontrar desde su realidad las herramientas para ser heroínas de su propia vida y vivir como dicta uno de nuestros estandartes, como mujeres putamente libres.

Por mis dificultades para tener acceso al conocimiento, en parte por un tema de dinero y en mayor parte por mi disgrafía, dislexia y falta de memorización, toda mi vida he sido una cítrica del sistema educativo. Siempre sentí que le quedé grande al sistema educativo porque no eran posibles métodos pedagógicos asertivos para personas como yo y mi derecho a la educación lo he tenido que obtener por mi cuenta, con mis métodos propios de aprendizaje. Métodos que nunca me darán una certificación que me haga una mente respetable a nivel internacional, ya que sin cartones de doctorados y maestrías no importa cuánto yo sepa, no será mi conocimiento adquirido y mis prácticas un experimento humanista digno de análisis profundo.

Menos mal que no me educo ni busco caminos al cocimiento para ser validada como intelectual, sino para poder ayudarme y ayudar a las otras que como yo necesitan respuestas de muchas cosas en su existencia. Respuestas que solo las hay en la academia, y quizá nunca podrán ser parte de los procesos de esa academia por diferentes motivos.

Al enterarme de que nací feminista y no lo sabía, me encontré con la gran ironía de que en el feminismo, como en todos los colectivos sociales, te definen tus titulaciones, por encima de cualquier otra cosa que seas o hagas (eso incluye apellido o “linaje”, dinero y clase). Sentí enorme frustración y realmente pude comprender a profundidad eso de que el feminismo es una revolución intelectual.

Cuando profundizo en el concepto de Feminismo como la actual revolución intelectual, debo pensar en mí, en la niña que fui, la mujer que fui y la mujer que soy. En mi revolución como lectora y escritora con dislexia y disgrafía. En mi revolución como científica de la comunicación sin haber ido a la universidad. En mi revolución como filosofa y humanista sin haber profundizado en mayor filosofía que mi propia búsqueda filosófica. Pueden decir toda la mierda que quieran sobre eso de que la academia es quien nos valida todo, quien nos certifica y nos dice que somos o que no somos. Mi trabajo endógeno me ha dejado claro que somos todo lo que decidimos aprender sin importar cómo hayamos adquirido los conocimientos. La revolución no es otra cosa que el pensamiento llevado a la acción. Y si algo aprendes cuando te descubres feminista es a pensar y actuar inmediatamente y de un modo que nunca podré explicarles.

Las feministas terminamos siendo seres increíblemente extraños. ¿Extraños? Sí, extraños. Aprendemos a ser “criaturas divinas” en medio de esta inmundicia machista, patriarcal y sexista; personas que saben pensar sintiendo y sentir pensando. Siendo una amalgama de sentir, pensadoras que sacuden las estructuras de poder y cuestionan toda autoridad que no sea coherente a la justicia social, siempre me chocará la idea del feminismo que se hace desde una gran institución como es La Academia que, como el resto de instituciones de nuestro país en particular y de occidente en general es, en su cúpula de poder, masculina, blanca, heterosexual y, por qué no decirlo, machista. Y como si fuera poco, me arderá más saber que cuando algunas mujeres logran llegar a ser parte de esa cúpula empiezan a comportarse como ellos, con una superioridad que no les permite ver, oler y sentir las cabezas y necesidades de las otras mujeres. De las nadie.

Estoy convencida de cuestionar y replantear las dinámicas de las instituciones desde adentro y, por tanto, soy fiel defensora de que el feminismo esté también en la Academia. Tengo muy claro que soy feminista, sin embargo, me es imposible situarme en uno de esos feminismos concretos porque estoy convencida que cada uno es realmente necesario. Por eso mi apuesta de un feminismo Artesanal, uno que se teja y desteja desde todas las apuestas concretas y desde sus subjetividades. Lo que no debe ser nunca el feminismo es la excusa para que unas mujeres se crean con la autoridad de ordenar callar a otras.

Sé que en la academia nadie me está preguntando que pienso yo sobre “los feminismos”, de todas maneras lo diré. Para mí es un solo feminismo, una sola familia. Lo que existen son comités feministas para practicarlo y cada comité tiene un objetivo primario. Para mí el feminismo es uno solo que se viste con diferentes atuendos o, si prefieren verlo de otro modo, una familia enorme con valiosos matrimonios y por eso tantos apellidos. Apellidos que me tienen hasta el gorro porque infortunadamente en mentes obtusas han generado clasismo intelectual entre las mujeres que militamos el feminismo. No obstante, sé que son necesarios para visibilizar luchas concretas dentro del feminismo. Y esa es la razón del apellido de mi feminismo, por eso Feminismo Artesanal para poder al fin tejernos en medio de las diferencias.

Colofón: el mundo gira en torno de una cantidad de temas realmente importantes y angustiantes, muchos de ellos incluso son de vida o muerte. No obstante, tengo que decirlo, ninguna de esas cosas se resolverán sin las mujeres. El feminismo es la actual revolución intelectual.

Por: Mar Candela / @femi_artesanal

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