Conozco gente que exagera, pero creo que es un mal hábito en que todos caemos en algún momento y en ciertas situaciones, con mayor fuerza que otras: damos demasiadas vueltas para hacer lo que queremos o decir lo que pensamos o sentimos.
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Puede ser inseguridad ante la situación o con nosotros mismos; puede ser timidez a la hora de actuar o una tara mental de esas muchas que todos tenemos por miedos del pasado, pero lo cierto es que muchas veces no ir al grano nos causa muchos problemas, ya que se puede tergiversar lo que queremos decir, frenarnos frente a lo que queremos hacer y, muchas veces, gracias a tantas dudas, perder oportunidades muy valiosas o personas que significan mucho para nuestras vidas.
Seguramente, si pudiésemos ir al grano sin dar rodeos, inventar excusas o incluso ocultar nuestros miedos y debilidades a través de nuestro orgullo, ego u otra gran cantidad de máscaras, nos ahorraríamos muchos dolores de cabeza, decepciones y tristezas, viviríamos más tranquilos y seríamos mejores personas. Es cierto, no a todas las personas les gusta escuchar las opiniones y puntos de vista de otros, pero eso no tiene por qué limitarnos a la hora de expresarlo, la honestidad primera que debemos honrar es por nosotros mismos, no por las expectativas de quienes nos rodean.
Que las personas no entiendan las cosas de la misma forma que nosotros en nuestra mente no hace que uno u otro sea superior, más o menos inteligente, simplemente nos hace diferentes, suponer lo contrario sí es totalmente ingenuo. Por eso es tan importante dejar todo claro, expresarlo con detalle y no dejar lugar a dudas, sin rodeos ni supuestos; tenemos que aprender a ir al grano.
Quien no dice lo que quiere no tiene forma de lograr conseguirlo; quien no dice lo que siente se verá condenado a perder la oportunidad de vivir y disfrutar de aquel sentimiento, y todo pasa precisamente por no ir al grano con lo que se quiere. Además, no concretar nuestras acciones en un momento dado nos llevará irremediablemente a pensar de más en la situación, llenando nuestra mente de dudas y, peor aún, de suposiciones, y no hay manera más segura de cometer errores que suponiendo.
Decir lo que sentimos sin temor a ser lastimados, conectar lo que pensamos con lo que decimos y perder el miedo a expresarlo, entendiendo que tiene mucho valor lo que pueda pensar o expresar cualquier persona es fundamental, pero para que ese valor pueda ser real, debe ser expresado con claridad.
Podemos ganar tranquilidad en nuestra vida, transparencia, felicidad y, sobre todo, honestidad con nosotros si tan solo nos atrevemos a ir al grano en cada situación que vivamos… o podemos seguir dando vueltas sobre lo mismo, como un perro que quiere encontrar la posición perfecta para acostarse, y luego de varias vueltas en círculo, llega al mismo punto y termina por acomodarse como siempre lo hace.