Todo comenzó con un interrogante formulado por este inmodesto servidor vía Twitter: “¿Será que la metáfora ‘borrar cassette’ para ilustrar un cuadro de amnesia por intoxicación alcohólica desapareció con el tránsito de lo análogo a lo digital?”, pregunté. Gracias a una generosa respuesta pude enterarme de que Maluma tiene, en efecto, un sencillo intitulado Borró cassette. ¡Buen nombre! Lo triste es que ni al community manager de Juan Luis Londoño Arias ni a ningún miembro de su corte se le ocurrió tildar la o de ‘borrÓ’ del video correspondiente en YouTube. ¡Y con tanto corrector de estilo desempleado!
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Ya entrado en el tema, supe de un sencillo de J Balvin etiquetado en la mencionada red como AY vamos, aunque llamado en realidad AHÍ vamos. También de cierto himno polígamo en cuya letra este pluraliza el anglicismo babies como ‘babys’. No pude evitar pronunciarme: por una parte celebré que un líder juvenil aludiera con propiedad a las cintas aquellas en sus versos. Pero al tiempo lamenté el desinterés de ambos por algo tan fundamental en la industria del entretenimiento como la ortografía.
Lo anterior desembocó en dos pensamientos. El primero: los años me han inmunizado al pop actual. Llega una edad en la que uno no identifica ni un solo ídolo del momento o siquiera alguno de sus éxitos. Me pregunto si pronto el reguetón será la unidad de medida en cuanto a cultura melómana y si quienes no entendamos de ‘perreos’ o de ‘flow’ mutaremos a dinosaurios malinformados. El segundo: un correcto manejo de la escritura y del discurso da brillo a cuanto toca, incluso si se trata del mentado ritmo. No es mojigatería: si bien me preocupa la banalización sexual profesada por muchos de sus cultores, jamás incurriría en el vicio geriátrico de imputarle a aquel género cargos por satanismo o inmoralidad, al estilo Ordoñez. Incluso, recomiendo las interesantísimas investigaciones al respecto del marplatense-cuyabro Pablito Wilson, que espero alguna vez ver publicadas.
Pero aun así, creo que un mínimo apego a los preceptos básicos de la ortotipografía le harían bien al susodicho reguetón como expresión y a la música como arte. Y que, con absoluto respeto, es justo reclamarles por su desidia con el asunto a quienes aunque vinculados al gremio en su calidad de compositores, la evidencian. Gazapos letrísticos abundan en el repertorio popular colombiano. “Los caminos de la vida SON muy DIFÍCIL de andarlos”, coreaban Los Diablitos y repitió Vicentico. Los Chiches Vallenatos atribuyeron la Mona Lisa a Miguel Ángel. “El dolor que un día de mí se fue, hoy volvió y yo no lo aceCté”, pronunció el Binomio de Oro de América. Mis caros amigos de Compañía Ilimitada hablan de “Ven, SALE a la calle”, cuando debería ser “Ven, SAL a la calle”. Diomedes Díaz pluraliza bárbaramente aquel “Puede(n) haber más bellas que tú” de Tú eres la reina. Sidestepper redunda al aconsejarnos “sacarla pa’ fuera” en Deja, clásico inobjetable cuyo video aún me conmueve. Y, desde luego, ChocQuibTown, gigantes en cualquier caso, incurren en un muy cacofónico “TóquemeN el bombo”. Todos los anteriores, como se ve, inmensos clásicos del cancionero nacional a los que no obstante les habría convenido un uso más esmerado de la palabra. Quieran las musas que ello llegue a interesarles algún día a quienes tienen en las letras y melodías su oficio. Hasta el otro martes.