Opinión

Un barrio con mucho carácter

La Esmeralda, ubicado en el noroccidente de la localidad de Teusaquillo, es un barrio hermoso. Y a medida que pasan los años se consolida más y más como uno de los grandes ejemplos del buen urbanismo de Bogotá. Este proyecto lo desarrolló el Instituto de Crédito Territorial y se construyó entre 1964 y 1967. Han pasado 50 años y basta recorrerlo para sentirse como en casa. Calles arborizadas, casas de dos pisos con fachadas de ladrillo a la vista, muchas de estas con hermosos antejardines. De vez en cuando se ve alguna que otra “mejora” que ha arruinado la fachada original. Pero, en su conjunto, La Esmeralda es un barrio que ha sabido mantener y fortalecer su carácter. Sus habitantes tienen de qué sentirse orgullosos. Y mucho. Porque no solo han logrado conservar su gracia original, sino que también lo han defendido a capa y espada de la invasión de comercios que se apoderaron de dos de sus bordes exteriores.

Visto desde el aire (o sea en Google Maps), la Esmeralda aparece como embudo vial que definen las calles 44 y 53, sus límites sur y norte. Ambas calles corren de oriente a occidente, pero no son paralelas. Al este y al oeste también lo limitan dos amplias avenidas: las carreras 50 y 60. La 50 no es recta, sino un arco que determina la orientación de las carreras del barrio. En el centro del mismo se configura un triángulo interior, que es un gran parque que cuenta con una cancha de fútbol, otra de tenis y amplias zonas verdes. El parque lo interrumpe el Colegio Femenino Calazans y, más al occidente, la parroquia de Cristo Resucitado. Donde se unen las calles 44C y 45 surge un nuevo parque triangular, no tan grande, que cuenta con una cancha de tenis de polvo de ladrillo y otra de básquet. A ambos lados de estas zonas verdes están configuradas las manzanas de casas, salvo en el costado oriental, donde se construyó un conjunto residencial con edificios circulares de cinco pisos de altura.

Por estar pegado al Centro Administrativo Nacional, donde trabajan miles de personas y otras tantas van a estudiar o hacer diligencias, la calle 44 se ha llenado de restaurantes, bancos y otros negocios, y casi no quede rastro de sus casas originales. Esta presión comercial ha amenazado la supervivencia del barrio, pero por fortuna –al menos hasta ahora– se ha quedado en esta calle y, en menor grado, sobre la avenida 53.

Es un barrio privilegiado por sus propios parques, pero también por la cercanía del Simón Bolívar, de sus parques aledaños y de la Universidad Nacional. Definitivamente da mucho gusto caminar por las calles de La Esmeralda, un pulmón verde rodeado de pulmones.

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