Somos esclavos de nuestros más profundos miedos. No importa qué tan valientes queramos aparentar ser o de qué manera queramos ocultar esos miedos, ya sea con sonrisas o con actitudes que son tan solo esfuerzos superfluos para sentirnos mejor cuando en realidad hay cosas que duelen en lo profundo de nuestro ser, como ser una persona que proyecta fuerza tan solo para no dejar ver la esencia que hay tras eso.
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Lo curioso es que somos esclavos y amos a la vez, es decir, somos quien cierra la puerta, pero también quien guarda la llave para que las cosas puedan ser de una manera diferente. Podríamos reprimir todo lo que sentimos por miedo a expresar o a salir lastimados, y es una reacción totalmente natural, pero más allá de un gesto de autoprotección, lo que estamos logrando hacer es un gesto de autonegación que solo nos lleva a distraer lo que somos por miedo a lo que fuimos, o a negarnos disfrutar lo que llegaríamos a vivir simplemente por el miedo que llena nuestra mente.
Esos miedos que guarda nuestra mente, cuando son tan arraigados como para paralizarnos frente algún evento de nuestra vida, suelen tener un ancla en alguna experiencia de nuestro pasado, como si fuese una alerta constante en nuestra cabeza tratando de decirnos que ese pasado puede volverse a presentar; pero olvidamos que el pasado es solo un recuerdo, y que como tal, vive solo en nuestras mentes, por consiguiente, que hayamos vivido de cierta manera algo ayer, no quiere decir que va a ser exactamente igual hoy o mañana, de hecho, jamás lo es. Cada instante es absolutamente nuevo, y todo lo que tenemos es precisamente ese presente que podemos explotar y disfrutar a nuestro antojo o desperdiciarlo a causa de aquello a lo que tememos.
Sin embargo, mientras seamos fieles a esos miedos y en vez de soltarlos les demos cada vez más fuerza, les permitamos arraigarse cada vez más en nuestra vida y tomar el control de las cosas, mayor será la probabilidad de convertir esos miedos en realidad, ya que estaremos generando terreno fértil para que ese tipo de cosas que tanto tememos sucedan en nuestra vida. Podemos cambiar el mundo a nuestro alrededor, pero primero debemos asegurarnos de cambiar desde nuestro interior, es decir, podemos llegar a vivir de una manera totalmente diferente, una que tal vez no hayamos llegado a concebir antes, si nos atrevemos a dar un paso más allá de nuestros miedos.
Es casi criminal negarnos a la alegría que significa descubrir lo que la vida guarda para nosotros, simplemente por el miedo a soltar aquellos miedos que tanto daño nos hacen, ya que más allá del tiempo que estamos perdiendo, lo que estamos realmente haciendo es trabajar por mantener una herida viva y, de cuando en vez, ponerle un poquito de sal.
Siempre es momento correcto para cambiar y hacer las cosas bien o mejor que bien, particularmente cuando eso significa que vamos a estar mejor, tal vez no de inmediato y seguramente no fácil, pero como todo cambio siempre será para bien. Este es el momento perfecto para dejar de ser esclavos y empezar a ser libres, y no se me ocurre un mejor paso –desafiante a la vez– que empezar por liberarnos de nuestros miedos, un paso a la vez.