Opinión

Discriminar a los animales ya tiene nombre

En diciembre del año pasado, la Real Academia Española (RAE) hizo más de 3000 modificaciones a la versión digital del diccionario, entre adiciones de palabras y acepciones, aclaraciones o enmiendas de términos y significados, y supresiones de vocablos y definiciones en desuso.

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Algunas de estas reformas son ‘correcciones políticas’ o precisiones sobre el uso no neutral del lenguaje, por ejemplo, la aclaración de que ‘sexo débil’ es una expresión que se usa para referirse al “conjunto de las mujeres”, pero “con intención despectiva o discriminatoria”. Otras, en cambio, designan realidades que apenas empiezan a surgir en la conciencia social, pese a los estragos que han causado durante siglos, por ejemplo, la inclusión del término ‘aporofobia’, definido como “fobia a las personas pobres o desfavorecidas”.

Una de las adiciones más interesantes es la del término ‘especismo’. La RAE lo define como “1. Discriminación de los animales por considerarlos especies inferiores” y “2. Creencia según la cual el ser humano es superior al resto de los animales y por ello puede utilizarlos en beneficio propio”. Así que, desde ahora, el buscador no corregirá ‘especismo’ por ‘espejismo’, aunque lo que subyazca al primero sea, en efecto, el espejismo de nuestra superioridad.

La inclusión del término ‘especismo’ en el diccionario de la RAE, con sus acepciones, es importante por dos razones. Primero, porque permite definir el trato injusto que les damos a los animales como una forma de discriminación. En 1975, el filósofo Peter Singer planteó que la discriminación con base en la especie, es decir, el especismo, es semejante a la que se ejerce contra algunas personas por su raza (racismo) o género (sexismo). En los tres casos, el grupo que se atribuye un ‘estatus superior’ niega al grupo que califica como de ‘estatus inferior’ ciertos atributos (racionalidad, alma, autonomía, cultura, lenguaje, etc.) para justificar su dominancia sobre aquel y el derecho a disponer de las vidas de quienes arbitrariamente excluye del ámbito de consideración moral.

Segundo, porque para transformar una realidad o erradicar una injusticia es preciso antes nombrarla y reconocerla. Decir que el lenguaje crea realidad no significa que el lenguaje la preexista; más bien, que la hace existir en la conciencia colectiva. Por eso, aunque la explotación de los animales impere desde el comienzo de la humanidad y constatemos su vigencia en nuestros días en la existencia de mataderos, granjas de cría, peleterías, zoológicos y un sinfín de escenarios donde son abusados para provecho humano, es un hito para los derechos de los animales poder nombrar y caracterizar críticamente estos fenómenos con un mismo vocablo.

Y no porque una palabra adquiera vida gracias a la RAE, sino porque su adopción y reconocimiento por la institución oficial de la lengua española le imprime una innegable fuerza material y simbólica; la saca del nicho, la pone a circular.

Según la directora técnica del diccionario, la incorporación del vocablo ‘especismo’ estuvo motivada por numerosas sugerencias y solicitudes. Tras comprobar que la palabra contaba, además, con abundante documentación, se procedió a su incorporación.

Con este precedente, quizás la RAE adicione nuevas palabras como ‘sentiencia’ o ‘sintiencia’, que es “la capacidad de los animales humanos y no humanos de sentir y sufrir”; corrija la definición de ‘tauromaquia’, que no es “el arte de lidiar toros”, y suprima la tercera acepción de ‘animal’, que denigra a los animales al equipararlos a las personas “de comportamiento instintivo, ignorante y grosero”. En otras palabras, quizás vayamos erradicando de la lengua española el especismo, el sexismo y el racismo que perpetuamos al hablar y al escribir.

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