Opinión

Caballo de carrusel

El 11 de noviembre del año pasado, gracias a una denuncia de la fundación protectora de animales FUPPAL, la Inspección de Policía de La Calera incautó a Baruk, un caballo que, a simple vista, estaba más muerto que vivo. La custodia de Baruk le fue entregada a la fundación, a título de depósito provisional. Según informó Noticias Uno, en su emisión del 8 de diciembre, el caballo se encontraba en una finca de propiedad de Jorge Pino Ricci quien, según el mismo medio, fue el apoderado de los Nule en el escándalo de corrupción de la calle 26 de Bogotá.

Sin embargo, hasta hoy, Pino no se ha hecho presente. Tuvo, eso sí, el detalle de enviarle a Baruk unos medicamentos que costaron 133.000 pesos. Ese fue su aporte al difícil y costoso tratamiento de recuperación del caballo que viene asumiendo la fundación por un valor que ya supera los nueve millones de pesos. Así pretende el abogado recuperar al que casi se muere de hambre en su supuesta propiedad. De hecho, el administrador de la finca, quien actúa como demandado en el proceso, admitió que los animales que estaban en el predio, incluyendo a Baruk, quedaron solos por un tiempo cuando el mayordomo les hizo un robo monumental como el que, guardadas proporciones, los Nule le hicieron a Bogotá.

Lo grave es que la inspectora de Policía se ha mostrado laxa en la aplicación de la Ley 1774 de 2016, que les ordena a las autoridades darle la custodia definitiva del animal a la entidad protectora que lo reciba cuando, en un plazo de 15 días, su responsable, cuidador o tenedor no pague los gastos de manutención y alimentación en los que incurra la fundación. Es decir que la inspectora ya está fuera del tiempo. Además, viene insistiendo en aplicar las multas de la Ley 84 de 1989, modificadas por la Ley de 2016, que no superarían los 100.000 pesos de castigo para el maltratador.

Baruk fue hallado en estado de extrema desnutrición (caquexia) y anemia severa. Mantenía la cabeza casi pegada al suelo, postrada, y arrastraba las patas traseras como resultado de esta condición. Pesaba entre 280 y 300 kilos, tres veces menos del peso promedio de los individuos de su raza, que oscila entre 800 y 900 kilos. Los primeros examenes que le practicó la fundación indicaron que Baruk tenía tres tipos de parásitos, piel y músculo esquelético anormales, pelaje seco, marcas en la piel por malos amarres, ictericia leve en los ojos, bradicardia y, posiblemente, desviación en la quinta vértebra de la columna y un soplo cardiaco.

Hoy Baruk pesa 385 kilos. Ha ganado más de 80 en los dos meses y 20 días que lleva en la fundación con atención veterinaria y bajo los amorosos cuidados de Adriana, su directora, quien se le ha dedicado día y noche, literalmente. Su tratamiento contempla 12.000 centímetros cúbicos diarios de suero vitaminizado, alimento rico en hierro y un arsenal de medicamentos, incluyendo homeopáticos. Se pasea a sus anchas por el potrero de la fundación, con sus patas firmes y la cabeza en alto. Incluso, le iniciaron tratamiento odontológico por las secuelas que le dejó la escasa y deficiente alimentación con la cual sobrevivió durante cuatro meses.

El temor de los defensores de animales, de Adriana y de quienes se han movilizado por la protección de Baruk es que la inspectora de Policía de La Calera decida devolverle el caballo a quien lo dejó a su suerte, por una aplicación equivocada –o amañada– de la ley en beneficio de los intereses del maltratador y en detrimento de los de la víctima. No quisiéramos pensar que esta amenaza de injusticia y tanta dilación del proceso se deben a que el supuesto propietario de Baruk es quien es. Menos aún que la ley contra el maltrato animal, pobremente aplicada hasta ahora, caerá también en las redes de la corrupción.

Este lunes 29 de enero es la audiencia en la que podría decidirse el destino de Baruk. Esperamos que no la aplacen por tercera vez. por tercera vez.

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