La pasada columna de Claudia Morales, denominada En defensa del silencio, creó un ambiente de duda sobre varios exjefes de ella, de los cuales solo uno es ese probable agresor y depredador sexual. La columna no me sorprendió del todo, pues hacía varios meses había escuchado a alguien que en “voz baja” me había mencionado un hecho muy similar, no recuerdo bien si era Claudia Morales y menos su agresor, pero sí tengo bien presente que la víctima en mención de un ataque sexual era una periodista de la conocida emisora La W. En su momento, en razón de no creer lo que dicen las “malas voces”, por “política personal” preferí no ahondar en detalles en victimario y víctima.
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Nunca va haber o existir un buen momento para el descrédito de alguien, y mucho menos si se trata de un ataque sexual, lo que sí hay que mencionar es que causan asombro las razones de Claudia Morales para no dar el nombre del agresor. Si bien ella tiene todo el derecho para callarlo y razones de sobra por lo que menciona en su columna, también le asiste una responsabilidad inmediata de develar al agresor, no por morbo, amarillismo y ánimo de revictimizarla, sino todo lo contrario: en primer orden, por buscar mecanismos de justicia restaurativa para ella, para las víctimas de su agresor, como también la firme posibilidad de buscar la sanción social para ese agresor sexual.
No solo para establecer paradigmas de que no existen razones para callar y no buscar justicia, por hechos que durante años se llevan en cuerpo y alma, sino porque nuestra sociedad, para poder lograr ser y estar cada día mejor, debe establecer en primer orden cero tolerancia con este tipo de hechos, máxime cuando se trata de las calidades que tiene la víctima, en este caso la reconocida periodista Claudia Morales; ella tiene una gran responsabilidad y en razón de ello no solo sería menesteroso sino oportuno identificar a su verdugo; esto sería muy importante no solo para ella como víctima, sino también en razón del derecho al buen nombre que les asiste a quienes en algún momento tuvieron una relación de trabajo con ella.
Son muchas las perspectivas que tiene que trazarse la sociedad colombiana, en primer lugar, lograr vencer la impunidad y trabajar por un sistema que verdaderamente administre justicia, en donde autores de crímenes atroces como ‘Timochenko’ no puedan siquiera aspirar a la Presidencia de la República ni a ninguna dignidad pública, y en donde agresores sexuales como el de Claudia reciban todo el peso de la justicia y penas ejemplarizantes, como para mencionar la castración química, asunto que de entrada ya debe estar en orden del día en nuestro ordenamiento jurídico, para “ajusticiar” a canallas que solo existían en la otrora Roma.
Esta vez voy hacer caso a las “malas voces”, las cuales siempre se constituirán como fuente periodística, es bien sabido ya que los carteles mexicanos manejan directamente el “negocio” de los cultivos y droga en Colombia, unos dicen que ya el Cartel de Sinaloa no es el que manda “la parada”, sino el denominado Nuevo Jalisco; lo realmente sorprendente es que la negociación del entrenamiento militar a uno de estos carteles por parte de las Farc se realizó en un baño turco en Bogotá, muy muy cerca de la sede de Caracol Radio, esto al mejor estilo de las películas de mafiosos rusos, asunto que debe prender las alarmas de las autoridades judiciales, como Fiscalía General y organismos de inteligencia. ¿Si eso sucede en un lupanar de estos, cuantas más cosas no sucederán?