Opinión

¿Botar o votar?

“No es posible que en pleno Siglo XXI todavía se piense que ser homosexual es un pecado, un delito o una aberración y que basta con entregarse a una terapia espiritual para sanar el corazón afligido de estas pobres personas que necesitan ser salvadas. ¿Salvadas de qué?”: Juan Carlos Prieto

Muchas personas dirán que los periodistas sólo escribimos desde lugares comunes o situaciones coyunturales en los que logramos una verdadera inspiración. Lo cierto de todo es que justamente nuestra labor consiste en instalar en las personas algún tipo de reflexión que les permita, en muchos casos, tomar posturas y hacer o no una meditación profunda sobre los acontecimientos de nuestro país.

Hoy Colombia se enfrenta a una contienda electoral bastante polarizada; algunas posturas radicales en relación al proceso de paz con las Farc, discursos hasta cómicos sobre la permanencia o no de Colombia en la ONU, postulados sobre la decencia, la felicidad, el progreso, la familia y los niños y niñas empiezan a inundar los titulares de prensa y las paredes de las grandes ciudades.

Van saliendo de sus sarcófagos los grandes caciques electorales enfilando su potencial y capacidad electoral a lo que serán sin dudas las elecciones más controvertidas de los últimos años. Personajes de todo tipo, para bien y para no tan bien, saltan a la palestra pública a mostrar lo mejor de sí cautivando miradas, liderazgos y hasta corazones en todas las regiones del país. Y aunque supongo que la compra de votos es un mal que se erradicó de nuestro territorio, no falta el candidato que aún entrega tejas, ladrillos, lechona, tamal y aguardiente en busca de un par de votos. Y, bueno electores que los reciban.

No obstante, y devolviéndome a los temas de mi interés, hay una situación que verdaderamente me preocupa; el llamado discurso anti-LGBT. Un discurso abiertamente discriminatorio que está siendo utilizado para ganar adeptos (incrédulos, por cierto) en nombre de la moral y las buenas costumbres.

Hacer la lectura de estos honorables candidatos me produce agrieras y bastante frustración: no es posible que en pleno Siglo XXI todavía se piense que ser homosexual es un pecado, un delito o una aberración y que basta con entregarse a una terapia espiritual para sanar el corazón afligido de estas pobres personas que necesitan ser salvadas. ¿Salvadas de qué? Pensaría que salvarlas de la felicidad y la libertad, de la posibilidad de amar sin restricciones, de romper las cadenas del odio y la desesperanza, de vivir desde las posibilidades y de ser quienes quieren ser sin tapujos ni restricciones.

Lo triste de estas posturas no es que existan, o bueno también lo es; lo verdaderamente complejo es que coexisten candidatos antiderechos, personas que les creen, discursos antidemocráticos, hechos acomodados, posturas y apuestas que están absolutamente organizadas y financiadas para quitarle derechos a otros seres humanos.

Hoy mi llamado no es al exterminio de quien piensa diferente a nosotros, no es salir a golpear a los extremistas, no es generar más odio a los ataques de odio. El llamado es a reflexionar, a organizar las ideas y las acciones, menos reactividad más proactividad, más amor menos odio. Pero también a leer entre líneas y a buscar a esos líderes en el Congreso que pueden representar nuestros intereses, que pueden leer más allá de los prejuicios y ser garantes de los derechos de todas las personas, que son capaces de reconocer las barreras que existen a las personas para acceder de manera efectiva a sus derechos, que son capaces de reconocer los colores de la diversidad y luchar por la igualdad.

Por ello, amiga-amigo busque, investigue, sea crítico, deje la pereza y elija libremente: ¡No bote su voto!

Por Juan Carlos Prieto García / @jackpriga

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