¡Ya está Maduro!

Esta semana, frente a millones de espectadores, sucedió una de las peores violaciones a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario en Venezuela: la muerte a manos del régimen de Nicolás Maduro al ex policía y civil Oscar Pérez quien, dentro de su lucha social y política en contra del totalitarismo del socialismo del siglo XXI, desató una serie de persecuciones en el vecino país, en contra de sus familiares y allegados. El despliegue abusivo del poder dictatorial no se hizo esperar, Oscar Pérez fue masacrado al lado de civiles, mujeres y niño; él, víctima de la masacre pese a sus gritos de rendición y sometimiento, fue vilmente asesinado.

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El espejo de Venezuela nos deja muchas reflexiones, en primer lugar la justa y proporcionada preocupación de la visible posibilidad de que Colombia se convierta en una segunda Venezuela. Los mensajes avivados de las medidas que requiere Colombia para hacer frente al foro de Sao Paulo no son cantos de sirena; más aún cuando el fin del régimen de Maduro ya está maduro. Los días de ese régimen corrupto y opresor están contados, la necesidad de restablecer las instituciones democráticas, el respeto de los derechos civiles y las libertades públicas están llamados a reflorecer pronto, quizás en menos de lo que se espera en la querida Venezuela.

Para afrontar la visible, probable e irreversible estabilización de la democracia en Venezuela, se requiere un compromiso conjunto de la región, especialmente de la concientización de Colombia y sus gentes, en primer lugar para coadyuvar en el renacimiento de las instituciones democráticas en la hermana patria y la consolidación regional de un frente institucional internacional en contra del socialismo del siglo XXI. El papel de Colombia es menesteroso para la consolidación de la democracia, en donde pareciere que ya no todo está perdido; las violaciones sistemáticas a los derechos humanos ya no dan tregua y las responsabilidades internacionales del régimen castromadurista están llamadas a reivindicar el respeto por la dignidad humana.

El papel de Colombia es directo y para garantía plena de ello se requiere coherencia y verticalidad con la necesidad del gobierno que elegirá Colombia próximamente; la necesidad de elegir un gobierno que genere confianza en las libertades públicas de las gentes de bien, el respeto por el régimen jurídico y el estado de derecho, y sobre todo donde el respeto verdadero por los derechos humanos sea estandarte. Esto será un verdadero derrotero para poder afirmar que regímenes como el de Chávez y Maduro nunca mas lleguen a la región, pero sobre todo lograr atajar lo que por sustracción de materia pretenden instalarnos en Colombia.

La falta de legitimidad de la autoridad y el imperio del Estado de Derecho está haciendo metástasis en Colombia, y como sustento de esta afirmación podríamos enrostrar el único país donde un expresidente de la corte suprema está preso por corrupción y nada pasa, en donde los dineros de Odebrecht permearon el poder ejecutivo y nada pasa, y en donde la izquierda toda unida le apuesta a los egos y divisiones de quienes pueden contener la desgracia para Colombia, para quedarse con el poder.

El fin de Maduro, su régimen y sus colectivos que idolatran a “Tirofijo” y al “comandante Marcos” no pasarán de junio; la pregunta es: ¿permitiremos entonces que nos lo trasladen a Colombia?

Por: Guillermo Rodríguez / @guillorodrig

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