Columnas

Recuerdo de mis vacaciones

La imagen la tomé hace apenas unos días en Palomino y encarna el cliché de la vacación soñada: una bella playa solitaria donde pasar algunos días. Pero una verdad a medias es siempre una mentira, y aunque la imagen no está trucada y lo que ven es lo que es, está tomada desde el ángulo que le favorece. ¿Han visto esa foto que muestra las pirámides de Egipto repletas de turistas, desvirtuando así la idea de que están en medio del desierto? Pues eso: la playa del corregimiento de la Guajira está vacía si se toma desde el lado correcto, que es el que usted está viendo.

En este puente de reyes Santa Marta colapsó al recibir a más de 90.000 turistas y muchos decidimos irnos Magdalena arriba a ver qué encontrábamos. Por eso acabé en Palomino, un lugar muy famoso que no conocía. Mis acompañantes sí, y todos coincidieron en que nunca habían visto el lugar tan lleno.

Y lo decían con tristeza, con el “Qué lástima” incluido. Pero qué se le va a hacer. Las playas son lugares públicos y no se le puede negar el acceso a la gente. Eso, sumado a que no planificamos, somos descuidados, no tenemos educación, no cuidamos el ambiente, generamos basura y además somos feos y corronchos, hace que cualquier sitio lo volvamos un chiquero. No les muestro las fotos porque para qué, pero Palomino, un lugar que hasta hace unos años era casi virgen y que se volvió famoso de mano de turistas extranjeros que llegan a Colombia en busca de lo que no tienen en su país, por sectores se parece a El Rodadero. O si quiere ser más generoso, a Taganga: un lugar espectacular que no está listo para recibir tanto visitante tan particular.

Porque se ve de todo. Desde el que llega a hoteles de casi medio millón de pesos la noche hasta el que se queda en hostales de $20.000. Todo, pasando por quien va solo por el día, y me pareció que ese es el peor: aparece en la mañana con olla, salchichas, papas para hervir, paquetes de papas fritas y se va en la tarde habiéndose comido todo, pero dejando las sobras de recuerdo. Nos quedemos unos días dejando una montaña de dinero o vayamos un rato a contaminar e irnos, los turistas podemos ser lo peor y en busca de descanso y nuevas experiencias vamos de lugar en lugar deteriorándolo hasta que encontramos uno nuevo. Otra vez, El Rodadero, Taganga y la propia Santa Marta son ejemplos de sitios que en algún momento fueron un paraíso y hoy no vale la pena asomarse en temporada alta, cuando todo está repleto y encima cuesta el triple.

Somos tantos en el mundo que quizá una solución sería poner bouncers en la playa y no dejar entrar a la gente por su apariencia física. Ir la playa debería ser como ir a unos Juegos Olímpicos: si no estás en forma, no clasificas. Si no te ganaste la lotería genética, al menos haz un poco de esfuerzo y ponte en forma para la playa. No puedes comer en exceso durante todo el año para llegar a exhibir ese cuerpo fofo, y encima en pantaloneta de jean recortado. ¿Quién te crees? ¿Carlos Vives?

En ropa de calle los colombianos nos vemos medio decentes, pero en la costa solemos mostrar nuestra peor versión: insolados, en patota, fuera de forma, mal vestidos y fiesteros. Y ahí se entiende la queja de nuestras mujeres: los colombianos, los hombres, digo, somos muy feos, poco agraciados. Ellas no solo son más, sino que son muy bonitas y la verdad es que tienen muy poco de dónde escoger.

Con esto no digo que se abstenga de ir a Palomino, al revés, si no lo conoce vaya rápido antes de que se siga deteriorando, que el lugar es de postal con una playa de varios kilómetros, arenas blancas, mar azul, cocoteros en la orilla y flanqueado por la desembocadura de dos ríos. Mi consejo pasa más bien por que si descubre una nueva playa, un nuevo lugar tranquilo y agradable donde pasar sus días de descanso, vaya pero no le diga a nadie, que el voz a voz está acabando con nuestros paraísos naturales.

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