Y llegó el día de ver partir a Franco Armani de Atlético Nacional. Y resultó que este tímido hombre de Casilda, Argentina, resultó más antioqueño que cualquiera de los forjados en estas montañas. Y resultó que más allá de su gigantesca trascendencia bajo los tres palos del club verde, lo que deja Armani en su paso por estas tierras es un legado que se atiene a la forma de vivir, de salir adelante y ser correcto como persona. Se va el jugador más ganador de la historia del club más grande de este país. ¿Hay dolor para el hincha verdolaga? Hasta la médula de los tuétanos duele. Pero la vida sigue, es parte de la enseñanza que deja este buen hombre.
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De la nada al todo, así fue la experiencia de Armani en Nacional. Llegó al club casi por casualidad en medio de un partido amistoso en el que tapó en una gira del equipo verde en Argentina. Alguien, un iluminado por demás que merece una estatua y no sé quién es, le echó el ojo y se le ocurrió traerlo a pesar de que Nacional contaba con su cupo de arqueros a full. Y es así como Armani, supongo, pensó: “¿La ciudad de Medellín? ¿Qué tal será eso?”, y cuando llegó, nosotros los hinchas dijimos: “¿Un Armani arquero? ¿Ese apellido no está reservado para la moda?”. Y sí, su hermano fue un delantero que alcanzó a brillar pero hasta ahí llegaba la cosa.
El Atlético Nacional de 2010 llevaba tres años sin títulos y a pesar de divagar en una calma llena de modorra, se empezaba a estructurar el proceso exitoso que seis años después dio la segunda Copa Libertadores. Llegó Pezzuti, llegó un 9 que era ‘Lechuga’ Maggiolo y al rato apareció Armani. ¿Para qué diablos otro arquero más y más aún argentino?, exclamó la hinchada. De por sí, incertidumbre generó la llegada de Gastón, ni hablar lo que generaba el de Casilda.
Alto de rizos monos, algo desgarbado, quijada romana, el clásico argentino de fuerte antecedente italiano. Casi no hablaba, incluso hoy el Armani hablador no existe. Es él en una especie de silencio que no es timidez, es respeto por el otro. Porque desde su llegada al club se armó de tres armas que fueron su bastión para triunfar: humildad, respeto y tesón. Y dentro del tesón está el trabajar hasta que saliera sangre de su cuerpo en cada entrenamiento.
Debutó en el partido de vuelta de los cuartos de final de la Copa Postobón 2010 contra Itagüí. Ese día, Nacional ganó 5-1 (5-5), pero perdió la serie por penales. A partir de ese momento empezó su historia. Dura por momentos, con dudas fuertes que lo llevaron a pensar, durante unas vacaciones en su tierra, en no regresar a Medellín, su familia lo convenció. Conoció a una paisa que le robó el corazón y se casó con ella. Soportó la crítica, fue cauto al momento de recibir la avalancha del elogio, aguantó y aguantó como lo indica la formación antioqueña ante las pruebas de la vida.
Y una vez tapó con los ligamentos rotos. Duró 1.046 minutos sin recibir gol. Récord en toda la historia de Nacional. Y luego tapó penales que dieron títulos y realizó una triple atajada que está catalogada como una de las mejores de la historia del fútbol, sí, ahí cerca a la de Gordon Banks a Pelé en México 70. Y cada tarde era una cátedra del atajar, y cada título tenía su sello y cada vez su figura se fue haciendo enorme.
Y el olimpo del arco verde se abrió para él. En una calle de honor le dieron la bienvenida Raúl Navarro, Lorenzo Carrabs, René Higuita, Miguel Calero, David Ospina y Gastón Pezzuti. Y él dio las gracias y se acomodó al final de la fila, pero no, el gran Higuita lo invitó a sentarse al lado de él, en el primer lugar de la historia de ídolos del club Atlético Nacional.
Y llegaron trece títulos… ¡13! Sí, en letras y en números para que no quede ni una duda de sus logros: ser el jugador más ganador del equipo más ganador de Colombia. Y sí, todo lo anterior se dio sin que el buen Armani dejara de ser él. Forjó más el carácter de su liderazgo, pero nunca cambió la esencia.
Jamás hemos visto a este señor en un escándalo. Jamás faltó a sus entrenamientos, no tuvo líos, no estuvo en chismes, no fue negativo, nunca negó una foto, una selfie, un saludo, una firma. Siempre estuvo para remar y de qué forma. Armani es un ser integral.
Y eso lo hace más antioqueño que cualquiera. Llegó de la nada y a punta de berraquera lo logró todo. Humildad, trabajo y tesón, eso es él, por eso les ganó a todos y es más paisa que el más arriero de los arrieros que lograron domar estas montañas.
Se va Franco Armani, así es la vida y más aún en el fútbol, donde los jugadores van y vienen. Pero tipos como él no son de los que van y vienen. Hay uno en millones. Y lo tuvimos siete años en momentos en que un buen jugador dura un suspiro y la plata lo hace ir. Se va el más grande ídolo, para mí, junto a René Higuita (respeto las opiniones diferentes). Ambos son lo más grande que ha dado este club. Y ambos fueron de abajo hacia arriba con una fuerza enorme.
Duele, sí. Pero, repito, la vida sigue y Atlético Nacional siempre estará ahí. Eso sí, Armani puede volver mañana, en seis meses, dos años o 20 y ahí estará su legado. Pasará de generación en generación la narración de cómo un humilde muchacho que nadie conocía llegó a Nacional, lo ganó todo y se robó el corazón y el amor de millones que forman la familia verdolaga.
¡Gracias por todo, por tanto, eterno y amado Franco Armani!
Por Andrés ‘Pote’ Ríos / @poterios
Los 13 títulos de Franco Armani en Atlético Nacional*
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*Datos estadísticos aportados por Óscar Yamit Quiroz R. (@oscaryamit)