Reencuentro con los que uno se graduó del colegio

Creo que no hay una labor más titánica que lograr reunir, muchos años después por demás, a la gente con quien uno se graduó del colegio. Pero se justifica, por más tedioso que sea el tema, siempre hay dos o tres dispuestos a dar su paciencia para encontrar el día, el lugar y la hora ideal para este objetivo. La magia de estas reuniones siempre deja cosas buenas.

Todo empieza con la creación del grupo de WhatsApp: “Prom…”. Ahí todo sube como espuma por un par de meses. Hay mucha emoción, se habla de todos, se dan bienvenidas, se inician las anécdotas, pero con el paso del tiempo y con los más de 35 mensajes diarios, la efervescencia empieza a decaer. Como en todo grupo de WhatsApp, la cosa se pone insufrible, empiezan a compartir porno, chistes malos y llega el proceso de deserción. De igual manera, saltan los indignados por cosas de hace 20 años y la situación se pone jarta y hasta ahí llega el proyecto WhatsApp.

Pero siempre hay quien le apuesta a la reunión y con otras formas de comunicación logra establecer contacto. Acá es clave no acudir a la democracia. Se fija un día, una hora y un lugar y que llegue el que pueda y el que no, pues gracias. Diciembre es un mes ideal para este tipo de eventos. Están el fin de año, el ambiente y la excusa para pasar bien y tomarse algo. Hablaba de la democracia porque al son de la pregunta “¿qué día pueden y dónde?” no hay apóstol que logre el milagro de ponerlos de acuerdo. Es claro también que muchos viven en otras ciudades, otros viven más ocupados que ministro de Gobierno y otros, pues se murieron, y ni modo. Así que cero democracia y la reunión tiene vida, fecha, hora y lugar.

Por lo regular el Bogotá Beer Company es un escenario ideal. Buena pola, buen trago, buena comida, música sabrosa y muchas sedes. Hay que tratar de no llegar a la hora exacta para ser el primero. Es bueno llegar y que ya estén varios para dar más saludos y sentir calidez.

Llega uno y, la verdad, la sensación es buena. Siempre reciben a quien va llegando con un: “¡¡¡Ehhhhhhhh!! ¡Llegó Pedro, hermano, parcero!”. Pero esto va acompañado de alguna muletilla, algún defecto o virtud que otros comentan del sujeto en cuestión. Mientras Pedro saluda uno por uno a los demás, otros dicen: “Cómo está de gordo”. “Está calvo”. O “está igualito”, o “se acuerdan de Pedrito, se dormía siempre en clase”. Eso sí, siempre hay alguien del que uno no se acuerda y en el saludo toca improvisar un: “Hola, hermanito, rico verlo”. Y la mente va taladrando la memoria para recordar este o esta quién era…

Y todos van llegando y poco a poco fluyen los temas. O mejor, el sancocho de temas. Todo es un remix de anécdotas de clase, profesores, de tropeles, de amores y desamores, de competencias deportivas, de borracheras, de la excursión. Todo mezclado con el saber de la vida actual de cada uno, hijos, trabajos, separaciones, vivencias. Todo en el mismo escenario adornado con algo bello: las risas y ese famoso: “¡Se acuerda! Uyyyyy, jajajajajajaja!”.

Y llega el momento de las selfies y de pedirle a la mesera que le tome una foto al grupo. Y ahí uno vuelve a sentir esos recuerdos de noveno, décimo y once. Vuelve a sentir que esta gente, la que vivió la vida del colegio con uno, es maravillosa. Todos los años ausentes se borran y vuelve la óptica de verse con el uniforme del colegio, con las mechas largas, con la flacura, con el bálsamo de los años.

No falta en estas reuniones el tipo o la vieja que no pudo superar algo del colegio y sigue manejando ese resentimiento puberto hacia otra persona. Eso se siente y lo siento por él. Se estancó, no maduró…

La noche avanza. Es hora de irse. La mandíbula duele de tanto reírse. La despedida es con abrazo fraternal y un: “Pasamos delicioso, lo veo muy bien, hay que repetir esto”. Y sí, me monto al taxi y pienso que esta gente que me vio colegial y compartió mis momentos, es única. No son mis compañeros, no son mis amigos, son hermanos. Y no es necesario verlos a diario para saber que siempre han estado ahí. Que con el paso de los años nos seguimos mirando a los ojos y nos vemos con ese aire lleno de energía de la vida escolar, con respeto. Bella reunión, se repetirá en cinco años. Gracias por ello.

Por: Andrés ‘Pote’ Ríos / @poterios

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