Motos

“Me movilizo en transporte público y a pie y desde ahí veo el escenario de las motos. Salen por derecha, por izquierda, por el centro, a veces me da miedo ir al baño y que de la taza me salga una rugiendo su motor”: Andrés ‘Pote’ Ríos

Escribo como un ciudadano que recorre la ciudad como lo hacen millones. Escribo porque duele y sé que muchos, en estas épocas de indignación ante todo y por todo, ya sea porque es su medio de transporte, su herramienta de trabajo o porque de forma acertada hace parte de las minorías que hacen las cosas bien, se sentirán atacados. Sí, son pocos los que lo hacen de forma correcta, porque la mayoría es la que veo a diario hacer y deshacer en esa serpiente gigante que es el tráfico de las ciudades de Colombia, en este caso en la que vivo, Medellín. Y sí, no se puede negar que el agua moja, que el sol calienta y que las motos y quienes las manejan, en su gran mayoría, se han convertido en un problema inmenso de salud pública que toca lo social y que deja cada vez más muertos y que sigue, ante esfuerzos cortos del Estado, empresarios y ciudadanía, aumentando y al garete.

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No tengo carro, menos aún moto. Me movilizo en transporte público y a pie y desde ahí veo el escenario de las motos. Salen por derecha, por izquierda, por el centro, a veces me da miedo ir al baño y que de la taza me salga una rugiendo su motor. El zig-zag es constante, ni Neymar tiene un quiebre de cintura tan perfecto para gambetear los carros en el afán de avanzar al menos unos pocos centímetros. Es algo que no entiendo, no sé porque siempre deben buscar la grieta, el mínimo espacio en donde pueda caber este “caballo de acero” para meter ambas ruedas y tratar de avanzar mientras que el semáforo está rojo. Es endémico, es avanzar sí o sí o no sé qué reacción alérgica les puede dar.

Y hay otro punto que va más allá. Por lo menos en Medellín, la gran mayoría de los que manejan moto en la jungla de nuestro tránsito, activan un chip en su personalidad. Mientras que el nivel de agresividad es alto en buseros, taxistas y conductores en general, en las motos se activa algo en el ego que indica que entre más usted la acelera o le “muestra los dientes” a otro, usted es más macho. En Medellín es impresionante. Una persona le reclama a uno de la moto por su imprudencia y de inmediato va una braveada llena de improperios. El de la moto se cree el chacho, el maloso, el duro de la cuadra en su moto. Y ni hablar cuando de forma común los ve uno “picando” (arrancar, levantar la rueda delantera y acelerar) su aparato como si estuviera marcando territorio. Y que lo hicieran en motos de admirar por su belleza o marca, no, por lo regular son en unos tiestos en donde resalta el humo y el ruido. Porque hay otros que no están sobre una moto, van sobre un ruido y eso los hace sentir más “chachos”.

También podemos hablar del uso del casco. O, como ocurre en gran parte de los barrios populares de Medellín (por allá poco o nada se ve la presencia de agentes de tránsito), del no uso del mismo. Acá sobresale una gran colombianidad y es la de apostarle a lo barato. Se “cumple la norma” usando cascos de floja calidad, rellenos de quién sabe qué y con la capacidad de una cáscara de huevo para soportar un impacto. Eso sí, ya en un cementerio o en una silla de ruedas ese dinero que se ahorró vale nada…

Y se ve de todo como también se ve con el resto del parque automotor. Pero he visto familias enteras sobre una moto. Papá, mamá, suegra, niña y/o niño. A veces tres a veces cuatro. A veces no es una familia, a veces la moto sirve para cargar lo que sea, el colchón, tubos largos, hasta una nevera vi un día…

Hablaba con un experto en el tema y le pregunté cuál era el momento de mayor accidentalidad para los conductores de motos. Supuse que era cuando recién la compraban e iniciaban su camino por la ciudad. Pues no, me dijo que era al cabo de seis meses, en ese momento en que se tiene plena confianza en la máquina y la moto se vuelve una extensión del piloto. Ahí es cuando suceden más accidentes.

Pero el Estado tiene su cuota de responsabilidad. Las normas son laxas. Los cursos para obtener las licencias son casi invisibles. Y, como me lo dijo un dueño de moto, conseguir una y manejarla es muy fácil, “casi que te la dan por un corte de pelo.” Y sí, campañas se han hecho pero las cifras siguen siendo escandalosas.

Encontré artículos de El Espectador y El Tiempo que reseñan que: “Las motocicletas se han convertido en la mayor causa de accidentes de tránsito y de muertos en la vía. Las cifras hablan por sí solas: 28.000 motociclistas murieron entre 2000 y 2014 en accidentes de tránsito, y, según los últimos reportes, en ocho de cada diez de los que ocurren en las diferentes vías del país hay involucrado uno de esos vehículos. El crecimiento casi exponencial de las motos, unido a los pocos requisitos y controles a la hora de montarse en una de ellas, las están convirtiendo en uno de los mayores problemas de seguridad vial y del sistema de salud. De acuerdo con la Agencia Nacional de Seguridad Vial, en 2016 murieron 2.873 motociclistas en Colombia, el 50,6 % de los fallecidos en accidentes de tránsito el año pasado. Y 18.288 más resultaron lesionados. Un escenario que se vuelve todavía más preocupante cuando las cifras de decesos se comparan con las de 2015, cuando fueron 2.544 personas. Los motociclistas, sin embargo, no han sido los únicos afectados: 570 acompañantes murieron y 5.714 resultaron lesionados. Además, los accidentes protagonizados por estos vehículos de dos ruedas causaron el 42,8 % de las muertes de peatones el año pasado y el 38,1 % de los 8.309 peatones lesionados. Teniendo en cuenta el crecimiento del parque automotor —según Andemos, el año pasado se vendieron 574.481 motos y para 2017 se estima que sean 597.500—, la tendencia de accidentalidad es bastante alta y está en ascenso.”

Hay que resaltar que desde los mismos motociclistas hay preocupación y acciones buenas por mejorar este panorama, grupos como Moto Destino Seguro se han ocupado de promover la importancia de la seguridad vial. Y hay más. No pido que se acaben las motos, eso es descabellado. Pero de verdad, con la mano en el corazón, esta columna (que por lo extensa ya parece informe especial) no busca atacar a un gremio, busca ver que el problema existe y la gente se sigue muriendo en las calles por ello. Es cuestión de sensatez humana, de mejorar, de cumplir, de no matarse por llegar antes…

Por favor vean el siguiente video sobre este tema:

Por: Andrés ‘Pote’ Ríos / Twitter: @poterios

 

 

 

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