Las feministas me tienen pensando, pero no todas, pues la gran mayoría me saben a mierda con sus discursos afiebrados e impregnados de ese tono típico que tienen las sectas. Me han escrito una cantidad de culicagadas por redes sociales acusándome de irresponsable por haber planteado –en mi última columna- que no siempre que una mujer grite abuso, hay abuso. Y yo sigo pensando igual. Así como existen hombres que maltratan mujeres, existen mujeres mentirosas. Y todavía me pregunto, si hay una acusación de maltrato en contra de alguien pero no existen pruebas, ¿cómo saber a quién creerle? NO-ME-BA-JO-DE-A-HÍ.
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En mi columna anterior me referí a un caso específico que es cercano porque conozco al tipo al que su ex acusó de abuso. Aclaro que no es mi amigo, simplemente lo conozco y reconozco en él a un caballero. Esa es mi experiencia con él. Y el hecho de que lo conozca no quiere decir que él no pueda tener un lado oscuro y la capacidad de hacerle daño a alguien, lo sé muy bien. Así como sé que el hecho de que alguien lo acuse no quiere decir que sea verdadera la acusación.
En el caso al que me refiero no existen pruebas del supuesto abuso, y lo sé porque ella misma me lo dijo. Es claro que uno de los dos miente. Ella insiste en que él abusó de ella física, sexual y emocionalmente, y él lo niega todo. Hubo, sí, un episodio violento que ante mis ojos no cuenta como abuso, pues tal como me lo describieron ambos hace que interprete que –al menos en ese episodio en específico- no hubo abuso (lo que no quiere decir que ambos no hayan salido lastimados física y emocionalmente).
Mientras busco pruebas también me pregunto qué sentido tiene que esta pareja tuviera planes para irse a vivir a otro país y que -supuestamente- ella había elegido Australia. ¿Existe un destino más alejado de Colombia que ese? No me cabe en la cabeza. No lo entiendo. Y hay otro caso que no entiendo. En estos días se volvió público el acoso sexual por parte de Harvey Weinstein, uno de los más grandes productores de cine de Hollywood, a decenas de actrices muy conocidas. La primera acusación la hizo Ashley Judd, y luego –lo que no comprendo- la hizo la también actriz Rose McGowan.
No entiendo el caso de McGowan, que acusó a Weinstein ante la ley y tuvo un juicio en el que conciliaron y ella recibió una suma de dinero y se quedó callada durante décadas, hasta hace unos días en que Judd lo denunció ante los medios. McGowan es una celebridad con un fuerte discurso feminista, que recibió dinero y se quedó callada. Ahí identifico doble moral, un doble discurso. Por un lado recibo dinero y me quedo callada, y por el otro tengo un discurso feminista que pretende no dejarme oprimir por el “patriarcado” (joder, cuanto detesto esa palabra, me da alergia). Esa misma duda se la planteé a la directora y actriz Lena Dunham (creadora de la serie Girls) a través de Instagram, y me respondió: “Una mujer joven comenzando su carrera -mientras Harvey (Weinstein) está en la cima de su poder- podría perderlo todo al hacer pública su denuncia. Hace casi 20 años no teníamos ninguna de las actitudes que tenemos hoy celebrando mujeres que denuncian, y éramos profundamente críticos. Eso sin mencionar intentar pagar los honorarios legales. A ninguna mujer se le debería cuestionar su feminismo debido a la manera como manejó su traumática agresión”. Y entonces me puse a pensar en que a McGowan le pasó eso hace décadas, y que una persona puede cambiar con el tiempo, lo que quizá explique que ahora sí denuncie a Weinstein.
Estoy aprendiendo, pero solo aprendo de a quienes sí les creo el discurso. Después de este intercambio con esta poderosa mujer –y a la que admiro tanto- leí un par de textos que me hicieron pensar en algo que no contemplaba, y es el factor psicológico del abuso. En el hecho de que mientras yo (que no he permitido que abusen de mí) no puedo entender que una mujer se quede (perpetuando así el abuso), hay mujeres que pierden el control de sí mismas, paralizadas por el miedo, por las posibilidades tan aterradoras. Y aunque entiendo que bajo determinadas circunstancias una mujer pueda perder su poder, no avalo el doble discurso de la “feminista” que padece el abuso pero no lo denuncia, y luego sale a crear o apoyar una campaña pseudo feminista que invita a la mujer a que no calle.
No le creo a esas “feministas”. No le creo a la solidaridad de género que implica que todas somos iguales. Y tampoco le creo a todas las mujeres que denuncian abuso. Y termino de escribir este texto cuestionándome si quizá soy machista y misógina… carne para mi siguiente columna.
Por: Virginia Mayer / @virginia_mayer