Opinión

Desde la terraza de Semana

Eduardo Arias se mete en otro recoveco de Bogotá esta semana, para contarnos detalles maravillosos de la ciudad.

A veces uno tiene la suerte de acceder edificios con terrazas con una vista privilegiada de la ciudad que no siempre está al alcance de todos. Cada vez que va toma un par de fotos y con el paso de los meses termina con una colección de imágenes que muestran las distintas caras que muestra una misma ciudad cuando hace sol, por la mañana, en las tardes; cuando la ciudad está cubierta de nubes, bajo la lluvia. Cambian los contrastes de las montañas, los colores de las fachadas de ladrillo.

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La terraza del edificio de Publicaciones Semana, en la carrera 11 con calle 78, está a la altura de un piso 12 y no tiene casi ningún obstáculo. Permite mirar 360 grados de la ciudad desde una perspectiva muy diferente a las que ofrecen, por ejemplo, Monserrate o la torre Colpatria.

Para comenzar, desde esta terraza no se pueden ver los edificios emblemáticos del centro de la ciudad. Monserrate es apenas una lejana referencia detrás del cerro de El Cable, y Guadalupe sencillamente no se ve. Bien al sur se ven las altas laderas de Ciudad Bolívar y la salida a Fusagasugá, así como los cerros circundantes de Usme, puerta de entrada al páramo de Sumapaz. Pero también está más que visible el triste espectáculo de los cerros de Mondoñedo, en alguna época conocidos como Zabriskie Point, en homenaje a la escena de amor de la película de Michelangelo Antonioni, y que ahora han sido devorados por enormes canteras.

En cambio, los cerros de Chapinero, Piedra Ballena, el alto de las Piedras y el alto de la Moya están enfrente, detrás de los altos edificios y algunas casas que sobreviven en los elegantes barrios de esa zona de la localidad de Chapinero.

La vista al norte y al occidente, además de mostrarnos el vertiginoso crecimiento de la ciudad tanto en extensión como en alturas, permite ver en todo su esplendor los tan olvidados y poco exaltados cerros del occidente de la ciudad y de la Sabana. Pocas veces miramos en esa dirección.

Bien al norte se alcanzan a ver los cerros de Zipaquirá y las montañas por donde se pasa cuando va a Pacho. Se ve la colina de Suba, más atrás la línea de montañas que separan Cota y Chía de Tabio y Tenjo. Se alcanzan a ver puntos más altos de las dos cordilleras que hay detrás. La que separa Tabio y Tenjo de Subachoque (entre ellos el Juaica, tan visitado por los observadores de ovnis), y el borde occidental de la Sabana, con su muy famoso cerro de El Tablazo, así como las tres montañas que desde Bogotá se ven como una mesa.

El alto de El Vino queda en el costado norte de esas elevaciones. Más al sur, los cerros que marcan el final de la Sabana en inmediaciones de Facatativá. Cerros que deben protegerse, no sólo por su belleza sino también porque son de gran importancia para garantizarles el agua a los municipios de Cundinamarca del borde occidental de la Sabana y también de los que miran hacia el valle del Río Magdalena.

Por: Eduardo Arias / @ariasvilla

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