Opinión

Si me muerden se envenenan

“Jamás me ha dado miedo mostrarme vulnerable y hoy no será la primera vez. Hoy será otro día. Hoy es mi cumpleaños, hoy me maquillo con escarcha en la cara y soy la reina”: Virginia Mayer

Hoy -14 de septiembre- es mi cumpleaños, mi día favorito del año. Debería –quizá- estar escribiendo una lista de todas las cosas que agradezco. Pero aunque ahora hago un esfuerzo por cuidarme, no me he enamorado de la vida. Todavía hay noches en que me siento un grano de arena cuando pienso en que Mazuera -mi hermano del alma- ya no está vivo, y en lo asqueroso que es el mundo. Yo no me voy a enamorar de la vida, no soy de esas personas. No estoy cableada para ser un ser zen, soy impulsiva y torpe, soy demasiado consciente. Y no puedo dejar de ser crítica, no puedo hacerme la ciega y la sorda, no puedo dejar de sentir ira por la estupidez ajena. Ya quisiera que mi vida mejorara durante los cuatro días que el Papa visitó Colombia. Ya quisiera yo ser bruta para vivir feliz, brincos diera. Pero me creo inteligentísima (a pesar de tener claro que cuando repartieron la inteligencia emocional seguramente estaba en el baño).

Todavía siento odio infinito cuando veo imágenes de las Kardashian o las Jenner infectando a la humanidad, y quisiera que las matara el Ebola. Todavía no soy capaz de oírle la voz al Presidente de Estados Unidos y cada vez que le veo la jeta siento que me va a dar una embolia. Y luego de haberla olvidado durante unos tres o cuatro años, todavía me provoca coger a golpes con un bate con alambre de puas oxidado a la triple hija de puta que me acosa y me calumnia en Twitter. Quiero dejar muy claro que esta no es una amenaza, pues yo no soy una persona violenta (aunque sea muy agresiva), pero le deseo el sufrimiento más salvaje que pueda soportar. No quiero que se muera, quiero que viva para sufrir más que Jesucristo clavado en el madero. Tampoco la voy a nombrar, aunque hoy sea generosa por darle un espacio en esta columna. No la voy a ayudar a que logre lo único que tiene en la vida, y es tráfico para el blog de mierda en el que calumnia a todas aquellas personas que –a diferencia de ella- sí tenemos una carrera gracias a nuestras letras.

La única manera para que deje de sentir rabia es que me vuelva adicta a la anestesia, o que me arranque los ojos y las orejas.

Hace unos días leí en Facebook el post de una guapa con la que trabajo en que criticaba a la gente privilegiada que se queja de la vida. Como yo, que soy una privilegiada porque nací en la cuna que nací. Porque eso de que uno elige a sus papás me parece la pendejada más estúpida que he oído, y eso que he oído cualquier cantidad de estupideces. Yo no vengo de plata, puede que me crea muy gomela, pero no tengo nada a mi nombre además de mis deudas. Lo que tengo me lo he ganado trabajando, y por eso considero que tengo derecho a quejarme de todo lo que me rodea.

Claro que tengo mucho que agradecer, pero en este momento solo me provoca despotricar y vomitar el amargue que me causa el mundo. En este preciso momento hago fuerza para no comerme una hamburguesa, porque ahora pretendo ser una de esas personas que solo come delicias los fines de semana. Una de esas personas que preferiría estar trabada todo el día buscando que así duela menos estar viva, pero que pretende sobriedad y miente cuando le preguntan si volvió a fumar. Soy de carne y hueso, soy débil. Jamás me ha dado miedo mostrarme vulnerable y hoy no será la primera vez. Hoy será otro día. Hoy es mi cumpleaños, hoy me maquillo con escarcha en la cara y soy la reina.

Por: Virginia Mayer / @virginia_mayer

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