Fue una buena casualidad para un rockero de pura cepa como yo, a quien la adolescencia llevó por la salsa, el vallenato, la música plancha, los boleros, el tango y hasta las rancheras. Debo reconocer que había oído ese nombre, pero poco o nada de su música. Sabía que eran talentosos y ya, nada más. Por eso la casualidad es tan buena y por esas cosas de la vida pude conocerlos, charlar con ellos un buen rato y conocer sus raíces, su historia, su magia: son Herencia de Timbiquí.
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Una cosa es clara: si no es por ellos, el mundo jamás sabría de la existencia de este municipio que está a la orilla del río que lleva su nombre. Como gran parte de los municipios del Pacífico colombiano, el olvido del Estado es la constante, pero el temple y la amabilidad de su gente es lo que forja la alegría de las familias que se asentaron en estas tierras.
De ahí la palabra “herencia”. ¿Qué hace que estos muchachos se hagan llamar así? ¿Recibieron o tal vez ofrecen una herencia? Todas las anteriores. Esta banda, conformada por 12 músicos aproximadamente, recibió una herencia y quiere dar una herencia. Y no es nada monetario. No, nada peor en la formación humana que olvidar los ancestros. El de qué y el cómo estamos formados es fundamental para tener una estructura clara de lo que somos y de lo que queremos ser como proyecto de vida. Nada peor que olvidar eso, nada peor que sentir rubor ante ello.
Al hablar con los integrantes de esta agrupación es inevitable ver cómo sienten orgullo por sus ancestros. Cuando les pregunté por su niñez me hablaron de ir a pescar, ir a la montaña a traer madera, sembrar maíz, recordar los “oficios” de allá. Todos, argumentos de juventud que arman la vida.
Poco a poco vieron que la música fluía y que Timbiquí se quedaba pequeño para tantos sueños y para tantos tímpanos que merecían este talento. Y así, hace 17 años, se gestó la herencia y empezó la magia. Y hablo de magia porque fue una palabra recurrente en nuestra conversación.
Para estos muchachos de raza negra, ébano puro que no cesa de buscar carbón como combustible –no del que conocemos: en sentido figurado, carbón para ellos es la savia para seguir triunfando–, Timbiquí fue, es y será la magia. No lo pueden definir de una manera distinta. El pueblo, sus aires y paisajes los hacen reinventarse.
Una vez al año van a visitar a su gente y tratan de incentivar el progreso. Llevan brigadas de salud, regalos, dictan talleres de música para apoyar el talento y “reclutar” nuevas promesas, hacen conciertos, se actualizan del día a día. Van a recoger viejos pasos para solidificar los nuevos en el mundo. Y sí, el mundo, porque Herencia de Timbiquí le ha dado la vuelta al mundo con su música.
Les pregunto por el lugar del planeta en el que más han sentido que fluye esa magia. Son dos. Uno fue el Festival de Jazz de Montreux, en Suiza (el lugar que tanto inspiró a Freddie Mercury). Herencia fue la primera banda colombiana en presentarse allí. Al principio casi no había gente, la magia fluyó y al final fue un lleno total y la locura absoluta con un público cero latino. Y el segundo, el festival Petronio Álvarez. Fue la presentación en sociedad, fue la gran prueba, fue enfrentar el hecho de sentirse en grandes ligas, era estar con la plana mayor de la música del Pacífico colombiano. Desde ahí han sido muchos los escenarios, incluido Estéreo Picnic. Desde ahí la magia no ha parado.
Pero ¿cuál es la magia? Es su inspiración misma, es la fusión de muchos géneros para ser ellos el género. Es la cepa que nace en lo tradicional de su Timbiquí y echa raíces en otros mundos y pueblos. Son mil sonidos en un sonido específico que genera magia, independiente de toda la invasión musical que hay en el mercado. Son colorido que va más allá de lo musical. Algo que se ve y se respira en lo estético para que la ecuación arroje un resultado: calidad y alegría.
Timbiquí ha sido un pueblo víctima de la violencia. Herencia es un ejemplo de superación que defiende sus tradiciones y creencias. Con el corazón abierto hacen música y apuntan a sueños. ¿Un Grammy? ¡Quién quita! Lo tienen todo: talento, cultura, tesón y alegría.
Después de nuestra charla, en la que quedé cautivado, me dediqué a oír su música. Y sí, hay magia. Son muy buenos. Ahí está la herencia.
Por Andrés ‘Pote’ Ríos / Twitter: @poterios