Opinión

La mala madre

Mar Candela escribe esta semana sobre lo que se considera en Colombia una “mala madre” y le dedica esta columna a su mamá en su día.

Desde 1965 el Día de la Madre se celebra el primer domingo de mayo; hecho que no es casual pues este es el mes de la Virgen María, madre de Dios, el modelo de madre idónea que toda mujer debe seguir: puritana, abnegada, sacrificada, entre otras mil características bíblicas. Cualquier mujer que se salga de ese molde será tildada de “mala madre”. El sistema enseña que las mujeres tienen la obligación de entregar todo lo que son por sus hijos, sus pasiones, sus objetivos personales, absolutamente todo, y las educan para sentir consuelo en cada sacrificio.

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Todas las madres son sagradas, no por ser humanas, sino por parir. El objetivo de toda mujer es reproducirse, de otro modo será cuestionada.

Mamá, este es el modo que encuentro para pedirte que seas una mujer libre, que perdones a la madre adolescente que no logró ser una madre ideal aún cuando dejó su adolescencia.

Hoy quiero decirte públicamente que te amo por ser una mujer que, como yo, día tras día trabajas tu emancipación; no por ser una santa madre. También quiero que sepas que hoy comprendo que parir no convierte a las mujeres en súper poderosas y que no es cierto que toda mujer nació para ser madre. Hoy sé que la construcción del rol de la “buena madre” es la cosa más perversa que impuso la iglesia a las mujeres en alianza con los estados.

Somos el fruto de las circunstancias dadas:

Cuando te fuiste dejándonos a mis hermanos y a mi yo tan solo tenía ocho años. Como toda niña que necesita a su madre, porque se supone que la madre “nunca debe faltar”, lloré a cántaros tu ausencia. El tiempo no me sanó como decían que lo haría. Me llené de resentimiento y nunca pude verte a los ojos como tu hija. No me interesa exponer los detalles de las circunstancias dadas porque es inútil. Las dos sabemos que ya nada podemos hacer por cambiar la historia de nuestras vidas.

Este ejercicio tiene dos objetivos: uno, ayudarte en tu proceso emancipador como mujer y dos, que aquellas personas que siguen recriminándote por “mala madre” sepan que no tienen derecho a opinar sobre tu vida personal y que deben dedicarse a sus asuntos. Estoy segura de que cuando lo hagan encontrarán que no son mejores madres que tú tan solo por vivir con sus hijos.

Yo solo puedo hablar por mí. Nadie ni nada pudo lograr que yo me pusiera en tus zapatos; ningún psicólogo, líder religioso o el cristianismo, solo el feminismo pudo.

Gracias al feminismo he comprendido la realidad de todas las mujeres y eso incluye la realidad de la mala madre. Hoy tengo claro que aún cuando una mujer decide ser madre, ella no sabe lo que significa hasta cuando llega el momento, y es humano arrepentirse de las decisiones. El asunto es que ninguna puede devolver el tiempo.

Sé que tú no estás arrepentida de haber parido a ninguno de tus cuatro hijos, aun cuando sabes que no tienes nada que ver con las personas de que han llegado ser, sé que estas orgullosa de no haber abortado, y ves que cada uno desde su realidad algo aporta a esta humanidad. También sé que no te perdonas haber colapsado en el camino – sobre todo, apenas comenzando a caminar y sentir la necesidad de salir huyendo- . Yo hoy, que soy madre por decisión personal y a conciencia, comprendo que eso sucedió porque en el fondo considerabas que cualquiera sería mejor cuidador nuestro que tú en la condición psicológica y emocional en la que te encontrabas.

Yo hoy no te perdono nada, y no te perdono porque no tengo nada qué perdonar ¿Qué se supone que debo perdonar? ¿Tu humanidad o la sensatez de querer cuidar a tus hijos de los demonios que cargabas en el alma?

No tengo nada que perdonar, madre. Y espero de todo corazón que te perdones para que puedas al fin sentir el gozo de ser una mujer emancipada en todo sentido. Y que puedas un día decir con regocijo en mis palabras que eres una mujer putamente libre.

Soy yo quien debe pedirte perdón por comportarme como una de las tantas mujeres que consideran poseer una moral superior y evalúan las decisiones personales de otras mujeres.

El feminismo atravesó toda mi vida como mi mente, mi alma, y corazón. Fortaleció mi espíritu y me hizo ver que tú, como toda mujer, eres víctima de un sistema patriarcal que no te permitió decidir a conciencia sobre tu vida y que cada paso que diste lo diste bajo la lógica patriarcal que te educó.

No pienso seguir el modelo de maternidad que el sistema exige y tengo claro que un día mi hija, de mujer a mujer, tendrá sus propios reproches sobre mi labor y tendré que asumirlo. Quizá para ella seré una mala madre por no llenar las expectativas de lo que es ser madre.

Cuando, después de tantos años sin compartir ni hablar, me enteré de que no solo eras una cristiana como tantas, una pecadora que encuentra la luz divina en Jesucristo, que no solamente te habías convertido en la versión de mujer santa por decisión personal sino que eras una guerrera social, una activista como lo soy yo,  debo confesar que fue inevitable pensar en el hecho de que no fui educada por ti para serlo, que nadie me enseñó a pelear por lo justo, que teniendo una madre guerrera no tuve el placer de aprender de ella con todo eso… Pero quiero que sepas que me sentí muy orgullosa, aunque nuestra militancia por un mundo mejor pocas veces sea desde la misma trinchera.

Era tanto mi resentimiento, que lo que menos quería era que me relacionaran con mi madre porque mi ego insoportable no quería que alguien supusiera que mi activismo venía de la formación que me brindaste. Mi rencor no quería darte el reconocimiento a la buena madre que educó una hija; mi ego quería dejar claro que yo y solo yo adquirí esa sensibilidad, como si eso me hiciera superior a alguien y no fuera apenas mi deber humano.

No quería darte ningún orgullo porque sentía que no merecías sentirte orgullosa de mí. Tienes una hija bastante estúpida mamá, que se creyó con el derecho de no reconocerte como si se tratara de un secreto capital.

Quiero agradecerte todo lo que has hecho por la causa que defiendo, aunque muchas veces no la comprendas. Quiero agradecerte Nancy Castilla Gómez todo lo que haces a diario por las mujeres y niños de este país en absoluto anonimato; por acompañarme en la diferencia y en la distancia ser mi bálsamo en los días de pesadilla. Deseo que te liberes de esa atadura insulsa de la culpabilidad.

Quiero que este sea el primer Día de la Madre donde decidas perdonarte.

Me siento profundamente orgullosa de la mujer que has llegado a ser y entiendo que era necesario huir del mundo para sanarte a ti misma. Abrazo a la niña abandonada que fui y le digo que al final todo saldrá bien, porque así ha sido.

No sería la mujer que soy si no fuera tu hija. Soy el resultado de todo lo que eso implicó, y aunque aún no soy la mujer que quiero ser, me siento satisfecha de lo que he logrado y eso no hubiera sido posible sin las experiencias que viví a raíz de tu ausencia.

Sé que no soy la única hija de una de las tantas denominadas “malas madres” en este país. Muchas madres nunca se fueron de casa y aun así no lograron cumplir con los requisitos para ser calificadas como “la buena madre”.

En honor a la verdad, somos millones quienes tenemos que comprender que toda madre es mujer y que no toda mujer tiene la capacidad psicológica y emocional de asumir la maternidad después de decidirla, y que si queremos la paz en el país necesitamos lograr la paz en nuestro interior, la cual no se obtiene sin la reconciliación familiar.

Feliz día mamá.

Por: Mar Candela Castilla – Ideóloga   Feminismo Artesanal

 

 

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