Opinión

La paz negada para los LGBTI

La derrota del plebiscito se convirtió en una nueva lucha de la comunidad LGBTI en Colombia

Millones de personas votaron por el NO y  por el SÍ el pasado 2 de octubre con el propósito de dejar en firme o deshacer lo que en La Habana, desde hace más de cuatro años, se venía pensando sobre la paz de nuestro país.

Lo cierto es que sólo alrededor del 30% del capital electoral con el que contamos decidió salir a las urnas, reduciendo un tema trascendental para las víctimas del conflicto armado, las regiones y la ruralidad a un asunto politiquero y personal entre dos eminencias (un presidente y un expresidente) de la vida política de Colombia.

Más de siete millones de víctimas del conflicto han sido registradas en la Red Nacional de Información de la Unidad de Víctimas. De ellas, sólo 1.422 se han identificado como personas abiertamente LGBTI; aunque sabemos que el subregistro es enorme y que la identidad sexual aún no es considerada como causal de un hecho victimizante, lo cual ratifica cómo  “las maricas” también han sido atravesadas por el conflicto armado; siendo desplazadas por ser las “locas” o “machorras” del pueblo, incluso, cayendo en muertes selectivas.

Y es que la situación de muchas de nuestras víctimas no sólo se reduce al desplazamiento. La violencia sistemática a la que se enfrentan cuando llegan a las ciudades, en este caso, mujeres transgénero que deben, como únicas alternativas, prostituirse o habitar calle, en algunos casos aceptando abusos y explotación, inclusive por actores estatales: como la policía, el ejército, entre otros.

Gracias al papel del movimiento social LGBTI del país y la incidencia de las víctimas, los acuerdos incluían lo que mal han llamado “ideología de género”  y que se resume en reconocer que las víctimas de este conflicto no son sólo hombres heterosexuales, sino que también la guerra ha  dejado a mujeres, niños, niñas, adultos mayores y sí, muchos de ellos, maricas y machorras  sin hogares, sin familia, sin futuro.

Pensar más allá de los cuerpos inertes, seres unidimensionales, planos, sin derecho a sentir  y “machos” nos lleva a  la construcción autónoma y diversa de campesinos y campesinas que, por el hecho de “ser” en sus territorios,  fueron acribilladas y, en el mejor de los casos, desplazadas.  Fuera de las ciudades también hay hombres que aman otros hombres,, mujeres que desafían constructos sociales y culturales que impone el patriarcado, personas que transitan de lo masculino a lo femenino y viceversa, en resumen,  otras formas de vivir y amar que no lograron escapar de la violencia  de los actores armados.

Estos acuerdos representaban una posibilidad para ese inmenso grupo de compatriotas que vivieron el conflicto en el patio de su casa y no desde la comodidad de un sofá, y que promueve el NO por televisión.  Era una posibilidad que las reconocía a  ellas, a ellos, a sus familias, a sus hijos, a su vidas arrancadas y destruidas también por la guerra, por el machismo, por la ignorancia, por el miedo.   Era ponerse en los zapatos de los otros, bajar la guardia, pensar más allá de uno mismo.

Si usted es de los que cree que la “ideología de género” existe y destruirá a nuestro país, quiero contarle que NO es así. O si piensa que las personas lesbianas, gays, bisexuales y trans buscan a través de los acuerdos el reconocimiento al matrimonio homosexual o la adopción igualitaria, pues se equivoca, pues ya son reconocidos en nuestro país. Incluso para nosotros es evidente que en estos escenarios políticos son otras agendas las convocadas. Tampoco en los acuerdos se plantea que nos dejen votar o vivir en sus barrios; para eso no pedimos permiso. 

Por eso, amigo, amiga que hoy lee esto, quiero invitarle a ponerse la mano en el corazón y leer con atención, investigue sin pisotear al otro y respire. Abra su mente y discernimiento para salir de su zona de confort y de la mala información, para que no sea la guerra quien gane otra vez la jugada.

JUAN CARLOS PRIETO GARCÍA

@jackpriga

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