Su padre, Iván Marino Ospina, fue un jefe del M-19, murió en un operativo. ¿Cómo cree que vería el acuerdo final de La Habana?
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Yo pienso que, si el acuerdo de La Habana como está estructurado se hubiera hecho en 1984-85, cuando el M-19 inició la construcción de un acuerdo de paz con el gobierno de Belisario Betancur y con las Farc, nos hubiésemos ahorrado 400.000 muertos, 8 millones de víctimas, muchas masacres y una fractura total del tejido rural como ha ocurrido. En países como el nuestro, donde los procesos se miden por muertos además de por tiempo, pensaríamos que dejamos muchas vidas partir producto de la falta de sensatez del gobierno Belisario, de las Farc y del M-19 en el tiempo que ocurrió.
¿Usted ha perdonado?
Este es un proceso en el que las víctimas hemos sabido perdonar a quienes nos agredieron. No necesariamente, y es mi caso, el Ejército ha venido a pedir perdón a mí o a mi familia por el uso excesivo de la fuerza en la muerte de Iván Marino Ospina, pero mi familia y yo comprendemos que hay una responsabilidad histórica, y por tanto, así no nos hayan pedido perdón, los hemos perdonado y hemos decidido reconciliarnos a la paz.
La reconciliación es el punto de vista más complicado, sobre todo al ver el lenguaje que se maneja en el debate. ¿Cómo hacer para desescalar esta violencia en el lenguaje?
Es paradójico que quienes hoy utilizan el lenguaje más agresivo, intolerante y tenso son quienes no han vivido de manera directa los rigores de la guerra. Se trata de varias élites que han vivido de la polarización de un país sin comprender que la polarización nos afecta a todos. Si nos vamos a las zonas campesinas, encontramos que los lenguajes son distintos; que el perdón, la búsqueda de la verdad y la reconstrucción de los tejidos ha sido más diligente y armónica. Estamos en un momento muy alocado: cuando las bases se reconcilian, las élites no.
¿Cómo hacer para que se reconcilien esas élites?
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Leyendo la historia. La historia de este país ha estado marcada por élites que polarizan pero no ponen los muertos. Eso ocurrió en la violencia de la década de 1950, en la guerra de los Supremos, en la guerra de los Mil Días y pretende ocurrir ahora. Si leemos la historia, debemos decirle a estas élites que dejen de polarizar el país.
Desde su posición de víctima, y desde su posición de senador, ¿por qué votar “sí” al plebiscito?
Primero, porque este país no puede seguir construyendo identidad y territorio desde la violencia. Durante los siglos XIX y XX, Colombia ha sido un país en sistemáticas guerras desde la Independencia: la constante histórica ha sido la guerra como factor de desarrollo económico, de identidad y de territorios. Nuestras ciudades han crecido desmesuradamente como respuesta a esta violencia. Para el siglo XXI, debemos construir la identidad, el desarrollo y la prosperidad desde la paz. Esa es una deuda pendiente con las futuras generaciones, y es una deuda saldada con el acuerdo final de La Habana.
Segundo, creo que decir “sí” es aceptar que ha existido una guerrilla de las Farc que logró resistir el Plan Colombia, el Plan Patriota, los grandes bombardeos, y que logró de alguna manera dejar presente que la lucha armada no podía ser por la destrucción total sino por la negociación, pero que también la Fuerza Pública realizó un desarrollo notable en armas, tecnología, táctica y mística en el combate. Le debemos el “sí” a dos fuerzas armadas que han hecho gala de rudeza, valentía y mística.
Pero las Farc estaban debilitadas por las operaciones militares de los 10 años entre la ruptura de la mesa del Caguán y la apertura de la mesa de La Habana, ¿por qué era necesario negociar?
Sería de alguna manera desgastante e improcedente con algo lógico como la política como solución. El Gobierno podría mantener una presión sobre las Farc, y podría seguir teniendo 500.000 hombres y matando comandantes guerrilleros, pero el acuerdo interpreta que más allá de tener el guerrillero armado, hay unos temas de fondo que resolver que se resuelven en el acuerdo final. ¿Qué es lo interesante del tema? Que no es solo el cese al fuego bilateral y la terminación de la guerra entre dos bandos, sino que por primera vez la sociedad piensa seriamente en que las víctimas son importantes, que el campo es fundamental, que el fin de la exclusión y la maquinación política es fundamental. Y es allí donde está la esencia del acuerdo, mucho más allá de derrotar o no a los guerrilleros. Va en los espacios democráticos que un acuerdo como este logra.
Hablemos sobre la campaña al plebiscito. Ha habido mucho mayor impulso en términos económicos y en movimientos del “sí” que del “no”, pero aún así el apoyo al acuerdo es más reducido que lo que uno espera. ¿Por qué se da eso?
Porque las Farc realizaron una guerra degradada que trajo consigo “boleteo”, secuestros, masacres, dolor y tragedia. Una organización guerrillera que ha perdido un piso ético para adelantar la guerra, tiene la sanción de los colectivos con relación a lo que representa. Por eso hay tanto dolor como para no aceptar el acuerdo. Por eso, hacer la campaña del “no” es una campaña en apariencia fácil, porque se expresa y construye desde el dolor y la no superación del duelo. El éxito del “no” ha estado en hurgar en el dolor, en presionar a las víctimas, en manipularlas, en generar hechos revictimizantes. Lo que debiéramos hacer como sociedad madura es facilitar la cicatrización de esas heridas desde la verdad, porque la verdad tiene un efecto reparador inmenso y porque es la única que posibilita la real justicia.
¿El “sí” ofrece esa posibilidad?
Si entendemos el “sí” en esa dimensión, aprobar el acuerdo de La Habana nos ayuda con la construcción de duelos y perdones de orden colectivo. De alguna manera es perverso pensar el “no” desde el dolor de la madre, desde la ausencia del hijo. El “sí” con verdad, con reparación, con reconstrucción, es la única oportunidad de reparar esa situación vivida.
¿Cómo hacer para evitar que la discusión se vaya de la paz y se convierta en un “el sí es de Santos, el no es de Uribe”?
El “sí” es de todos. En la medida en que nosotros entendamos que el “sí” es una ganancia de una sociedad madura como la colombiana, ganamos todos. Segmentar el “sí” a una ganancia de Santos es una gran pérdida, pero si entendemos que el “sí” es del soldado, el exguerrillero, de la víctima, es ganar como todos. Lo mejor es incluso poner una campaña del “sí” por encima de los desaciertos de Santos, que puede haber tenido muchos desaciertos pero acertó en la reconciliación del país con el apoyo internacional: que la ONU, Estados Unidos, la Unión Europea, apoyen el “sÍ” nos está diciendo que pasamos de ser un estado fallido a una sociedad en donde los problemas pueden resolverse de una manera distinta a la violencia.
Después del 2 de octubre, ¿cuál será la posición de la Alianza Verde?
Nosotros somos unos militantes convencidos de todo lo que consolide el acuerdo de paz y posibilite su desarrollo. Estaremos con el Gobierno con todo lo que posibilite la implementación de la paz. Estamos de acuerdo con la participación política de las Farc en el Congreso, estamos de acuerdo con las inversiones a desarrollarse en los campos, con la incorporación de los territorios excluidos a la Cámara de Representantes. Estamos de acuerdo con un sistema de justicia especial con penas alternativas y con un desarme progresivo ante organismos internacionales. El Gobierno debe saber que contará con la Alianza Verde en todas las leyes que serán adelantadas en el Congreso para adelantar la paz.
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