Parecía la Navidad. Johan –ocho años, cuarto de primaria- rompió la bolsa transparente que envolvía su regalo, desdobló las prendas de vestir, abrió la caja de zapatos, acercó la cara para sentir el olor a nuevo y pronunció la frase que resumía su alegría: “¡Me los voy a estrenar mañana!”.
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A su alrededor, más de 100 niños hacían lo mismo. Pero no era diciembre ni estaban en una fiesta infantil. Este desborde de felicidad y ternura ocurrió en la Escuela Integral Indígena, en el centro de Cali, donde 174 estudiantes recibieron uniformes y zapatos de diario por parte de la Secretaría de Educación.
Las gemelas Juliana y Valentina –quinto de primaria, indígenas Yanaconas- celebraron que por fin iban a poder cambiar la falda y la blusa que usaban desde el año pasado. Y uno de sus compañeros saltó de la emoción cuando la profesora le dijo que podía cambiarse esa camisa desteñida y rota con la que iba todos los días a clases.
“Con estrategias como esta garantizamos el ingreso y la permanencia de estos niños en las escuelas. No hay nada más importante que darles la oportunidad de que se eduquen”: Luz Elena Azcárate, secretaria de Educación.
Aunque muchos de los niños de la institución educativa han nacido en Cali, se reconocen como miembros de comunidades indígenas o afrodescendientes y sus familias se vieron desplazadas en otros tiempos por grupos ilegales. Esta última fue la razón para que recibieran los uniformes que, sin duda, ya muchos estrenaron.
Según la Alcaldía de Cali, el sistema infantil de víctimas del conflicto armado en la ciudad lo componen 5832 niños y adolescentes. De esos, 3170 están matriculados en instituciones educativas de carácter oficial y los próximos días recibirán los uniformes que hacen parte de una estrategia para garantizar su permanencia en la escuela.
Pero no solo los estudiantes se desbordaban en sonrisas y aplausos cada que un compañero pasaba a recibir el nuevo uniforme. Mónica Imbachí, docente de segundo de primaria y miembro de la comunidad Nasa, sabía que esas prendas no iban a representar solo un cambio físico sino emocional en sus chicos.
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“Muchos usaban uniformes regalados, ya muy viejos. Aquí tenemos cerca de 30 niños que no han sido desplazados, pero también logramos que les dieran el kit. Los indígenas hemos sufrido mucha discriminación y no queríamos ahora ser los discriminadores”, dijo la profe.
$414 millones invirtió la Secretaría de Educación en la compra de los 3170 uniformes y zapatos en cuero.
Las raíces
Desde el grado kínder, los niños de la Escuela Integral Indígena aprenden algunas palabras en Nasa yuwe, lengua del pueblo Nasa: “Ewcha” (hola), “Wech we’we” (gracias) y otras expresiones con las que tal vez no podrían sostener una conversación, pero sí sentir las raíces de sus culturas.
El pasado miércoles, cuando se inició la entrega de uniformes para niños víctimas del conflicto armado con los pequeñines de esa escuela, los apellidos del llamado a lista confirmaron que Cali ha sido el punto de llegada para muchos pueblos, resguardos y culturas que la guerra arrancó de sus tierras.
“Biscué”, “Achito”, “Guecue”. Los niños pasaban al frente a recibir sus bolsas transparentes y quizá se hacía menos importante todo el dolor por el desarraigo que sus familias tuvieron que soportar para que ellos estuvieran ahí. Estaban felices. Parecía la Navidad.