Cuando no está ganando medallas en competencias nacionales de Stand Up Paddleboarding, Nilson Asprilla se la pasa pescando en su natal La Plata, en Bahía Málaga, sobre el pedazo de Océano Pacífico que baña a Buenaventura.
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El paddleboarding, que no es otra cosa que ir de pie sobre una tabla de surf más gruesa y larga con un remo que ayuda a desplazarse en las corrientes marinas o en las aguas mansas, lo conoció hace un par de años cuando vio al médico Marco Martínez practicando este deporte en Juanchaco, a 20 km de La Plata atravesando un tramo de mar.
Sin saberlo, Nilson se había estado preparando casi toda su vida para las competencias de las que ha salido triunfante con medallas de plata y bronce: los 18 años que tenía en ese momento los había gastado casi todos nadando en las profundidades y recorriendo el Pacífico en potros y canaletes.
A las comunidades costeras, estas pequeñas embarcaciones artesanales les sirven para desplazarse en el agua con la ayuda de un remo y hacer actividades tan cotidianas como pescar. Y así, vendiendo peces y alimentándose de ellos, pasar la vida en esos rincones casi olvidados del principal puerto marítimo del país.
Seducido Nilson por esa especie de ‘canalete evolucionado’ y asombrado Marco por el interés que este deporte había despertado en la comunidad, iniciaron una unión de esfuerzos y sueños que le dio vida a lo que hoy es el Grupo Manglares.
Más que un club deportivo, Manglares un proyecto social y de intercambio cultural que emplea a artesanos del Pacífico e indígenas del Darién para fabricar las tablas y los remos que luego les servirán a los mismos muchachos del litoral y que, de no fabricarlos acá, habría que importarlos de Estados Unidos o de Australia.
De esa manera, jóvenes y adultos que en otro momento pudieron utilizar sus manos creadoras para construir vehículos acuáticos al servicio de la ilegalidad, empezaron a dedicar sus jornadas a la elaboración de tablas de paddle y remos que les permiten soñar con un futuro diferente.
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Una de las noticias más recientes es que el Grupo Manglares hace parte de la Liga de Surf Bogotá D.C. “Necesitamos el apoyo económico de una liga seria para que nuestros muchachos puedan seguir entrenando y compitiendo. Nos han ofrecido llevarse a Nilson para ligas de la costa atlántica, pero es que detrás de él hay una comunidad entera, un proceso sociocultural. El producto no es Nilson, es la cultura”, dice el médico.
“Enviamos dos tablas a Bogotá para que la gente haga paddleboarding en el lago del Parque Simón Bolívar. La idea es que se inicien allá y luego vengan a aprender a Juanchaco, uno de los mejores sitios para este deporte en Colombia porque siempre hay lugares nuevos por explorar, tiene una biodiversidad inmensa y la riqueza hídrica es infinita”, agrega.
De los deportistas del Grupo Manglares hacen parte también Beto, de Juanchaco, y Nicolás Sardi, joven caleño que estuvo varios años surfeando en Venezuela y que regresó a su ciudad por la crisis económica, pero con las ganas intactas de seguir atravesándose el mar, remando la vida, volviéndose uno con el agua sobre su tabla.
Esa, de hecho, fue una de las cosas que hizo que el médico se enamorara de este deporte: la posibilidad de integrarse con la naturaleza, de fluir con el agua, de alcanzar lugares que ningún vehículo acuático con motor podría penetrar, de encontrar la paz en medio del mar o en un lago.
“En el Valle del Cauca, el paddleboarding era muy poco conocido a pesar de que tenemos sitios maravillosos para practicarlo como el Lago Calima y la costa pacífica. Ahora, la mayoría de personas lo hacen como actividad más que como deporte porque sienten mucha tranquilidad, el cuerpo se sincroniza y logra unos movimientos ancestrales”, cuenta Marco.
En el 2020, el surf será un deporte olímpico y participará en los juegos de Tokio. Cuatro años más tarde, dice Marco, el paddleboarding correrá con la misma suerte. Sin embargo, lo que tiene más ilusionados a todos los miembros del Grupo Manglares son los Juegos Nacionales 2019, en Cartagena.
En este momento, si no está pescando, Nilson debe de estar jugando con esa bendición que ya da algunos pasos, lleva su mismo nombre y le dice papá. “A pesar del poco entrenamiento formal que ha tenido, él ahora es uno de los mejores de Colombia. Necesitamos apoyarlo para no perderlo como deportista”, puntualiza el médico.
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