Va usted conduciendo y de repente lo detiene un semáforo en rojo. Al frente se para un niño a hacer malabares: tira los palitos y los vuelve a agarrar con una coordinación asombrosa. Ocho añitos. Lo acompaña su hermano mayor, de 10 años. En un ataque de ternura y de ganas de ayudarlos, usted busca unas cuantas monedas y se las pasa cuando terminan el acto pensando quizás que a los pobres chiquitines les toca trabajar en las calles para llevarle algo de dinero a la familia. Seguramente esta situación ya hace parte del paisaje de los caleños. Escena repetida en todas las esquinas.
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Ahora pongámosle rostro a ese niño: se llama Jhoany Cortés y vive en el Distrito de Aguablanca, donde no solo él sino cientos de niños salen cada día de sus casas y se posan en los semáforos intentando ganarse algunas monedas con las acrobacias que les ha enseñado la calle. Pero en esta historia real, Jhoany no utiliza ese dinero para ayudar a su familia: se lo gasta jugando maquinitas, ‘tapón’ o a veces lo pierde cuando otro niño lo obliga a entregárselo. Hace malabares seis horas al día lo que se gana ya no existe cuando regresa a casa.
El pasado lunes 12 de junio se celebró el Día Mundial Contra el Trabajo Infantil. Según el DANE, cerca de 29.000 niños, niñas y adolescentes trabajan en Cali y en Yumbo de acuerdo con la medición realizada en el 2016.
La historia de lo que sucede con el dinero también es común para la mayoría de niños que pueblan las calles haciendo diversas labores no muy acordes a lo que deberían dedicar sus horas libres a esa edad. Lo sabe bien Luz Nery Cortés, que lleva 11 años sacando adelante la Fundación Líderes Constructores de Paz.
Allí llegó Jhoany hace 10 años, y durante todo este tiempo han estado 160 chicos que alguna vez trabajaron en las calles o estuvieron muy cerca de hacerlo. El objetivo de que pertenezcan a la fundación es clarísimo: hacerles entender que su vida puede tener un futuro mejor, que se empiecen a proyectar en otras cosas y que establezcan unas metas claras hacia las cuales dirigirse.
Líderes Constructores de Paz queda en el barrio Ciudad Córdoba, oriente de la ciudad, pero brinda apoyo a niños y jóvenes provenientes de invasiones como Llano Verde, El Valldito, Haití, Brisas de Comuneros y otros barrios como Potrero Grande, en los que las mismas condiciones sociales y familiares han empujado a los chicos a buscar en las calles algo que no debería existir para ellos: oportunidades laborales.
“Generalmente la gente piensa que el niño que está trabajando en la calle es porque está pasando necesidades y tiene que llevar dinero a la casa, pero si mucho al 10% le pasa eso. Ellos sí tienen necesidades y se van de la casa porque no tienen nada qué hacer, porque no hay comida o por cualquier otra cosa, pero en la calle no ganan mucho. Podrían recoger $5000 en un día y en el camino a casa juegan, compran gaseosa y llegan con $1000, que no es nada… Hay otros que sí salen porque realmente lo necesitan, pero pidiendo limosna recogen unos $2000 al día… Necesidad sí tienen, pero ellos no son la solución”, asegura Luz Nery.
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Por eso más que enseñarles matemáticas o español, la fundación se centra en el trabajo interior, en reforzarles las habilidades sociales, en el manejo de la energía y en definir un proyecto de vida con los que se acercan ya a la adultez. Actualmente hay dos exintegrantes que recibieron título de auxiliares de enfermería, otra que está terminando su carrera de Administración de empresas, otra que adelanta su carrera de Educación Preescolar y otra que está iniciando Psicología, por citar algunos casos.
Esfuerzos institucionales
Este año, la Secretaría de Bienestar Social puso en marcha la estrategia ‘Cali, territorio libre de trabajo infantil’, que busca enfrentar esta problemática con dos acciones claras: primero, la prevención a través de campañas de sensibilización y la promoción de las rutas de atención; segundo, el trabajo articulado con la línea base SIRITI, plataforma del Ministerio de Trabajo que ayuda a identificar a los niños en situación de trabajo infantil para que otras instituciones como el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar inicie el proceso de restitución de derechos.
Actualmente, en SIRITI hay 4465 niños registrados que en encuentran en riesgo o situación de trabajo y que viven en Cali.
“Nosotros tomamos esta línea base y la enviamos a las secretarías de Salud, Educación, Deporte, Cultura, al ICBF y a diferentes instituciones para que, por medio de un cruce de información, se pueda establecer si el niño está estudiando, si se encuentra vinculado al sistema de salud, etc. Al momento de identificar que alguno de estos chicos tenga sus derechos destituidos, lo remitimos al ICBF para iniciar un proceso de seguimiento personalizado que involucra ya a toda la familia“, asegura María Fernanda Sandoval, trabajadora social de la Secretaría de Bienestar Social.
Desde dicha entidad se entiende el trabajo infantil como todo aquello que aleje a los niños de ser niños: estudiar, recrearse, tener una vida familiar, entre otras características. “La mayoría de los chicos que estudian y trabajan van al colegio cansados, dejan de rendir y ahí se le abre camino a la deserción escolar, que es otro gran problema”, añade Sandoval.
Por eso en la Fundación Líderes Creadores de Paz, los nuevos integrantes entran en un periodo de prueba de 10 semanas en el que se les exige, entre otras, cosas que estén estudiando. Cuando ya se familiarizan con el proceso y deciden continuar ahí y alejarse del trabajo en las calles, sus madres o acudientes deben ir a firmar un documento en el que se comprometen a asistir una vez al mes.
“Los niños están con nosotros un tiempo, pero la mayor parte del día se la pasan con sus familias. Si en la casa ven todo lo contrario al trabajo que les hacemos acá, no estamos en nada. Por eso uno de los primeros pasos es concienciar a las madres de que el trabajo infantil no está permitido, y hablamos de madres porque en la mayoría de estas familias no existe la figura paterna”, comentó Luz Nery.
La Fundación Líderes Constructores de Paz atiende actualmente a 56 niños con recursos provenientes de voluntarios en Francia y de otras actividades que realizan sus líderes el Cali como talleres en empresas privadas y programas de apadrinamiento.
La vida lejos de la calle
Después de haber probado lo que era estar varias horas en un semáforo haciendo piruetas en contraste con las habilidades que podía desarrollar en la fundación, Jhoany decidió quedarse con la segunda opción. La imagen de ese niño de ocho años recogiendo monedas cada tantos minutos y luego gastándoselas en juegos callejeros quedó solo en el recuerdo.
Ahora es joven sueña con terminar su grado 11 para estudiar Arquitectura. Le gustaría quedar en la Universidad del Valle, confiesa. Y en sus ratos libres, cuando no está ni en el colegio, ni en la fundación ni en la escuela de salsa a la que pertenece, trabaja en una peluquería que le permite ahorrar lo necesario para sufragar sus gastos personales.
“Lo más importante es que la gente entienda que no debe darles monedas a los niños en la calle bajo ninguna circunstancia. Incluso en diciembre se ven personas repartiendo juguetes en los semáforos y esto también está mal. Detrás de ese gesto que puede tener buenas intenciones se está apoyando el trabajo infantil y estos niños se van acostumbrando a que todo en la vida lo consiguen regalado, sin esfuerzos”, puntualiza Luz Nery.
Si conoce algún caso que vulnere los derechos de los menores puede denunciarlo a las líneas 106 (atención infantil), 123 (Policía) o 141 (ICBF).